Enfermedad Nocturna

Algunos de los que me conocen saben que siempre me ha gustado todo lo relacionado con los asesinos seriales, no porque festeje lo que hacen sino porque me encanta su manera de pensar, espero que la creación de mi propio asesino serial no deje un mal sabor de boca, se aceptan toda clase de comentarios y propuestas y por supuesto se agradecen

jueves, 5 de agosto de 2010

Capítulo 3. Lugar y momento equivocados

La cabeza me da vueltas, no sé que pasa, los ojos me pesan y las costillas parece como si me punzaran, sé que mis movimientos están limitados pero no entiendo el motivo. Vaya es como si todo el cuerpo me pesara ¿un resfriado? ¿por qué no se puede ver? No, sí puedo, hay un mueble de madera, un librero viejo que no tiene nada encima y parece que con sólo tocarlo se hará serrín y me quedará en las manos, la pared de cemento sin nada que la vista, un foco que me da justo en los ojos ¡esta no es mi casa!. Hasta ese momento reacciono y me levanto de golpe hasta quedar sentada, mi oído está atento a todo lo que pase alrededor, llevo mis manos a mi rostro y lo froto todavía no entiendo que hago en un lugar como este y que es ese lugar.

-Al fin despertaste, duermes más que oso invernando- giro la cara para buscar de donde proviene esa voz.

-¿Cuánto tengo dormida? ¿Dónde estoy? ¿Por q…-

-Prefiero que sigas dormida al menos así no cuestionas tanto, sólo espero que no grites- su risa me da escalofrío, es capaz de helarme la sangre y hasta los mismos huesos.

Me intento levantar poco a poco y llevo mi mano a mi costado, me duele es como si me hubieran pateado, hago mis mejores esfuerzos para no quejarme pero siento que la piel se me abre y aprieto más sintiendo una pequeña humedad.

-Ese olor me encanta… el olor de la sangre me fascina- su voz es suave, no da miedo, al menos no como su risa.

-¿Sa…san…sangre?- esa sola palabra me aterraba si había algo en el mundo a lo que yo le tuviera miedo era a la sangre, sentí como empecé a hiperventilar y mis dedos se aferraron más a mi costado pues no quería ver mi propia sangre no podía, no debía o esta vez pasaría no por dormida sino por desmayada -¿Por qué me hiciste esto? ¿Qué te hice yo? Dime- volteaba para todos lados o al menos eso intentaba quería ver algo más que ese mueble y la pared, alguna puerta, una salida por donde poder pedir ayuda, aunque fuera una ventana pero mis ojos no me lo permitían, eran los nervios Tara concéntrate, de esto depende tu vida ahora era tan literal, no imaginaba tener que poner más atención de la que ponía en mi vida cotidiana, todos decían que era un tanto perfeccionista, siempre lo negué Concéntrate

-Tan infantil como siempre, no cambiarás nunca, pero así eres, ¿qué se hará?- empezó un repiqueteo de una pluma como si jugara con sus dedos y estuviera realmente pensando, yo permanecí en silencio, quería saber de donde venía su voz, al menos así sabría de donde saldría ¿no? Nunca fui buena jugando a las escondidas –Ya sé- el choque de sus palmas con una mesa –Debemos celebrar, ya sé que haré contigo, ¡ya lo sé!-

-¿Qué?- siempre trataba de sonar valiente aún cuando las piernas fueran peor que de goma o se me estuvieran haciendo agua, no se debe demostrar el miedo, porque tu adversario lo usa en tu contra.

-¿No adivinas? Vamos no seas aburrida, juguemos un poco-

-¿Jugar?-

-Sí, ¡juguemos!- su voz sonaba entusiasta como si a un niño le dieras un dulce por cada respuesta correcta y eso fuera el premio más grande del mundo.

-No tengo tiempo de jugar, sólo quiero salir de aquí y que me curen, estoy dolorida-

-Eso es parte del juego Tara, te digo, siempre aburrida, amargada, metódica, incluso podría decir que eres predecible, fue tan fácil-

-Podrías dejar de decirme lo que soy, ya me conozco, gracias, me tengo que ir-

De nuevo esa risa que hizo que se me tensaran todos los músculos del cuerpo, pero alcancé a ver algo que brillaba ¿qué era?.

-Ya que te niegas a jugar entonces tendré que hacerlo sin juego- salió su mano y pude verlo era una especie de cuchillo y digo especie por que no sé que era con exactitud, sólo alguien con conocimientos en el tema sabría.

-Me vas a…- se me atoraron las palabras en la garganta y fue como si el choque de emociones que sentí hubiera abierto más la herida pues la humedad en mi mano se sintió aún más y pude sentir un pequeño fluído.

-¡Bravo!- aplaudió tan fuerte sin soltar lo que traía en la mano que bien se pudo haber escuchado hasta la otra habitación o departamento o lo que fuera que hubiera al lado –Adivinaste, pensé que no querías jugar, pero sí- sonrió de tal forma que pude ver sus dientes e incluso fue como si viera un brillo en sus ojos, algo que le hiciera ilusión.

-Pero ¿Por qué?-

-Ay Tara, ¿no te puedes quedar con la respuesta correcta nada más? ¿tienes que saber siempre el motivo? ¿qué no sabes que la curiosidad mató al gato?- mi respiración se empezaba a agitar y al parecer unas lágrimas se querían salir de mis ojos, siempre me había preguntado por que parecía que las personas que iban a morir lloraban y ahora no tenía la respuesta pero también lo quería hacer, el pánico se empezaba a apoderar de mí.

-Dime ¿gritarás? O ¿te darás por vencida? De cualquier forma no podrás salir de aquí- se acercó más a mí y lo único que podía ver eran esos ojos que me penetraban, me tomó el mentón y sólo cerré los ojos.

-La muerte no me da miedo- respiré una vez más y solté mi costado era mejor que mis manos estuvieran libres quizá con un poco de suerte podría salir de ahí, tenía que salir de ahí.

-Sí claro, sabes que no es verdad mueres de miedo- su lengua se deslizó por mi mejilla limpiando la lágrima que se había derramado por mi rostro –Pobre, ni siquiera te he tocado y ya estás llorando ¿quieres a mamá?- me aventó y caí en el mismo lugar del que me había tenido que levantar momentos antes –Pues no va a venir, qué lástima…- si se volvía a reír no me importaría que me viera llorar como una pequeña de tres años sollozando en el regazo de su madre, pero su risa era lastimera, no había indicios de que se arrepintiera de lo que hacía, incluso el placer que le daba lo que hacía lo expresaba en toda su amplitud, limpié mis propias lágrimas y la saliva que había quedado en mi rostro –¿Gritarás? ¿llorarás? Vamos dime, no seas tímida, anda dime, ¿sí? ¿sí?- se puso en cuclillas delante de mí con la cabeza de lado.

-Mátame ya y deja de joder-

-Ay pero que ruda, me diste miedo- puso cara de espanto y de nuevo esa risa tan burlona como no había escuchado antes.

-Mátame o te terminaré matando yo a ti- volvió a reír como si le contara un chiste –No seré una más en tu cadena- negaba con la cabeza sin dejar de reír mientras yo me frustraba cada vez más.

-¿Tú? Pero si tú no matas ni a un insecto por favor- en menos de un segundo su cuerpo aprisionó al mío entre el piso y su peso -¿Lo ves? Nunca has querido salir de tu burbuja, siempre la escuela, siempre el trabajo, siempre la casa, siempre… y no sabes como moverte en el mundo real-

-¿Y tú sí? ¿porqué tú si sabes moverte en el mundo real haces esto?-

-Ah pero ¡que ternura! Me darás terapia, no esperaba menos de ti- su cuerpo se movió y se sentó encima de mí liberándome un poco, apenas pude acomodarme cuando sentí una cachetada que hizo que mi otra mejilla sintiera el frío del concreto que tenía debajo de mí –Aquí sobrevive el más fuerte-

-Tú no lo eres, tú eres cobarde, eso es lo que eres- probé mi propia sangre y me dieron arcadas, traté de controlarlas.

-No me conmueves, ni tampoco haces que me enoje, nadie me dice lo que soy y lo que no soy, sólo creo en mí y con eso me basta, sólo eso, nada más- de nuevo su mano sobre mi rostro me hizo mantenerme quieta.

No había nada a mi alcance y estaba inmovilizada de la cintura para abajo, parece que en verdad había perdido este juego, toda mi vida pasó tan rápido por mi cabeza que me pude olvidar de la situación en la que me encontraba al menos unos segundos, tenía razón, sólo me la había pasado pensando en un futuro donde todo se hiciera como yo quisiera y pudiera tener el control de las cosas, siempre me había preocupado por ser la mejor para los demás y nunca para mí, ahora ya era tarde para que tratara de remediarlo.

-¡Eh! No te duermas ya casi acabo contigo para que te vuelvas a dormir- su voz me trajo de nuevo a la realidad que ahora tenía delante de mí, a mi realidad.

También se me había olvidado aquél instrumento que traía en la mano y que ahora se veía tan aterrador.

-A ver, el cuello…- me acarició la garganta y pude sentir asco, unas náuseas incontrolables que sólo provenían de aquél contacto -…No, eso es muy rápido, empecemos por una muñeca- tomó mi mano antes de que yo pudiera captar todas sus palabras y vi como se iba acercando aquél afilado cuchillo hasta hacer una incisión en mi brazo para que la sangre se empezara a derramar, dolía, dolía tanto que cerré los ojos con fuerza…

-Uno, dos, tres- me levanté rápido toqué mi muñeca, mi cara, mi garganta, mis costillas, no tenía nada.

-¿Qué pasó?-

-¿Recuerdas algo?-
-Yo… no… nada- abrí los ojos por completo y empecé a ver mi entorno, Becky iba entrando por la puerta y me aventé a los brazos de Alexander empezando a sollozar.

-Te dije que una sesión de hipnosis no era buena-

-No me regañes, abrázame- necesitaba ese abrazo tan fuerte y tan sincero como si fuera comida para alguien que lleva días incluso semanas sin probar alimento –Vamos a casa Becky por favor, vámonos- Becky y Alex salieron conmigo, él me cubría con su brazo mientras yo caminaba sólo un poco iba exhausta, parecía como si todo hubiera sido real.

-¿Qué se siente?-

-¡Del carajo Becky! ¡no te acuerdas de nada!- mentía, pero era lo mejor realmente quería olvidar lo sucedido.

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