Enfermedad Nocturna

Algunos de los que me conocen saben que siempre me ha gustado todo lo relacionado con los asesinos seriales, no porque festeje lo que hacen sino porque me encanta su manera de pensar, espero que la creación de mi propio asesino serial no deje un mal sabor de boca, se aceptan toda clase de comentarios y propuestas y por supuesto se agradecen

domingo, 26 de septiembre de 2010

Capítulo 5. Polvo que viene y va.

En este capítulo existe un cambio de narrador…)

POV Murderer

Todo el ajetreo que había conseguido me llenaba de un gozo que nadie podía imaginar, respiraba mi victoria, todo mundo sabía que existía, pero realmente nadie se había puesto a investigar lo suficiente sobre mí, siempre era igual… siempre toda una polvareda con mi nuevo premio que se limpiaba a los pocos días para que todo se viera claro de nuevo en su mundo, eso era lo que yo era… sólo polvo.

Las fotos que los periódicos y los criminalistas tomaban acerca de mis obras de arte realmente eran tan fascinantes que yo llegaba al punto de desear contratarles y comprar cada una de esas bellezas tan sólo para poderlas enmarcar… pero me tenía que conformar con un simple recorte de periódico, de una foto, cuando sabía que habían tomado miles…un trabajo que no querían compartir con los demás cuando yo les había dejado el mío… ahí… perfecto… intacto… el egoísmo de la gente me podía poner los nervios de punta, pero quizá con paciencia las obtendría todas.

Todavía quedaba un pequeño recorrido para llegar al trofeo mayor, sin embargo me costaría trabajo, la mitad de aquella meta ya estaba hecha, nadie se daba cuenta de que en verdad guardaba algo de ellas, siete pequeños mechones de cabellos estaban amarrados en forma de moño en una caja de madera fina… roble, que los inundaba con su aroma y que los mantenía perfectos, cada uno ensartado con un pequeño clavo y su nombre inscrito en la parte superior junto con la fecha de su obtención.

No era algo que sólo se hiciera porque sí, pero nadie me entendería, además de que ¿para qué perder el tiempo con alguien que tiene un problema mental? Eso era lo que se leía en los diarios, no era un problema mental, era un conjunto de sentimientos heridos y lastimados que me habían llevado al punto de hacer lo que hacía.
Serían recordadas siempre… aventé el vaso que tenía en mis manos escuchando como el ruido del vidrio con la madera de la puerta resonaba por todo el cuarto.

-También por mí las recordarán… yo también estaré ahí… presente cada que se acuerden de ustedes, cada una de ustedes ya tiene algo de mí que no se puede quitar por más que intente…- reí estruendosamente y recargué la espalda por completo en mi silla –Se me olvidaba que ya no podían intentarlo…- tomé otro vaso que tenía al lado dejando que se llenara de líquido ámbar… un buen whisky, para que mi garganta se recuperara después de aquél sonoro ruido emitido.

Tenía unos días haciendo el último letrero que iría en la casilla que enmarcara los últimos cabellos de mi víctima pero por alguna razón siempre me equivocaba en su nombre, era el único que me faltaba y me concentraba al escribirlo y simplemente no podía, el cesto de basura se encontraba repleto de papel arrugado, tamborileé con la pluma en el escritorio mientras veía el último intento de nombre y fecha… la sonrisa se empezó a ensanchar en mi cara cuando vi los números dibujados de una forma tan perfecta, simétricos y su maldito nombre lo arruinaba todo.

Cada recorte estaba pulcramente enmicado y guardado en una carpeta, tenía un orden cronológico de todo lo ocurrido y como era que ellos seguían intentando buscar cosas que no estaban y que las más obvias no las veían… el cabello recortado, la sangre faltante… los cortes, las posiciones, cada uno de esos detalles hablaba por sí y aún así no lo sabían, se conformaban con decir que cada vez los patrones se iban distorsionando más, cuando incluso cada uno de ellos les decían quién sería la siguiente víctima.

Abrí la carpeta y el aire salió de forma tranquila mientras la sonrisa en mi rostro seguía ahí, imborrable, imperturbable, perfecta y sobre todo victoriosa.

Víctima 1. Anne Carter. Abogada de treinta y cuatro años, con una trayectoria en el ámbito penal casi impecable con un noventa porciento de victorias en diez años de labores, ascendiendo en el despacho en el que laboró hasta ser una de las socias con mayor poder en él, cabello castaño, cuerpo mediano, ojos azules y piel morena clara, una familia poco numerosa y sobre todo muy dispar y distante, dos hijas rebeldes de quince y nueve años, ninguna le obedecía y un marido desobligado que le engañaba, padres finados y suegros aún dándole batalla.

Negué con la cabeza al leer mi descripción en este momento decía que en los periódicos debería haber dicho que yo la había salvado de aquél tormento, pero no… en vez de eso decían atrocidades sobre mí, cuando la realidad era que viva sufría demasiado y yo al menos la liberé de ese sufrimiento y de esa vida que llevaba, que quizá no lo era, nadie te obedece, nadie te quiere, nadie se da cuenta que es lo que te ocurre, bueno, nadie en su familia, los demás claro que toman lo que le pasa en su vida, pues de eso dependía la suya, sus clientes después de ser liberados seguramente se olvidaban de ella al entregarle su último cheque, eso se simplifica en llano interés por otros motivos que no son los afectivos.

Su foto era perfecta, la mano y una parte de su pie era lo único que se veía debajo de ese montón de tierra que se encontraba húmeda por la sangre que se había derramado, cerré los ojos y pude vivir aquél momento de nuevo mientras iba dejando cada uno de los miembros de su cuerpo debajo de esa basura o quizá sólo le agregaba más basura –Anne, Anne, tú si me hubieras podido meter a la cárcel, pero ya no estás, seguiré en la calle…- alcé mi vaso extendiendo mi brazo al aire –Por t… mí- de nuevo una risa para después degustar un sabor que me fascinaba, el alcohol me relajaba, di vuelta lentamente a las hojas que enmarcaban la noticia periodística hasta llegar con mi segunda mujer.

Víctima 2. Elena Spencer. Ingeniero de treinta y dos años, cabello negro, maltratado y sin nada de brillo y piel completamente pálida y reseca por causa de las construcciones en las que se encontraba a diario, descuidada en su aspecto, soltera, con gafas grandes que ocupaban más de la mitad de su cara sin poder dejar ver un rasgo natural descubierto fielmente, vivía con su padre quien nunca creía en ella y desde que había salido de la Universidad le había hecho la vida de cuadritos, por no haber recibido un título, sin embargo así era brillante y por lo mismo siempre escalaba, tenía una constructora propia y a pesar de esto necesitaba la firma y nombre de alguien más, nunca le interesó titularse pues creía que un papel no podía simplificar su talento.

-Pobre de ti… también por ti debieron felicitarme, eres o era ingeniero… no médico para que en un par de años más hubieras tenido que cuidar a alguien con achaques y el cual no lo merecía por darte el trato que te dio…- negué con la cabeza mientras acariciaba la foto de ella –No, no, eso no podía permitirlo yo… así que…- volví a alzar mi vaso que ya tenía menos de la mitad –De nuevo por mí, vamos pero cuanto festejo tenemos hoy…- un sorbo largo y tranquilo hacía que mi lengua pudiera paladear aquél whisky, siempre había sido como mi premio.

Vuelta a la hoja y ahí estaba su respectiva nota periodística, la foto, de nuevo era impecable, decía exactamente lo que yo quería que dijera, pero que nadie había visto, siempre me había creído más inteligente que los demás y después de todo ¡lo era!... ella en un callejón oscuro tirada en un bote de basura completamente limpio en donde su sangre se fue acumulando a medida de que se desangraba sus zapatos haciendo que sus pies se sintieran ahogados en un sitio tan reducido al punto de hincharse, el cabello cubriendo su cara deforme por el miedo y en la mano una bolsa con comida rápida, vi mi mano izquierda en el dorso, me había mordido la muy perra, pero ni siquiera habían podido ver eso cuando hicieron su autopsia, vaya que si eran inútiles nuestros criminalistas, sólo por eso hubiera revivido a Anne, pero ¡lástima! Ya no se podía, tomé todo el aire que el espacio me brindaba, sólo para llenar mis pulmones y sentirme con vida como ellas ya no lo estaban.

Víctima 3. Ilse Craig. Mesera de veintiocho años de cabellos rubios y piel clara, ojos marrones sin mucho atractivo físico que no fuera el “Es rubia”, delgada pero sin atributos adicionales, no por ello limitada en sus conquistas amorosas pues su madre siempre le criticaba que no tardaba demasiado en traer a un chico nuevo a casa, hasta el momento llevaba cerca de seis en el último mes, el mes en el que yo la había investigado, de todos sólo buscaba la diversión y el sexo que pudieran ofrecerle, pero así como era también no descuidaba su trabajo fácilmente, nunca faltaba, nunca pedía permisos y siempre podía estar libre para cubrir unas horas más si alguien llegaba a faltar, había recibido premios mensuales casi desde que había entrado al lugar, pues tenía tres años laborando de los cuales treinta y cuatro había sido considerada la mejor del restaurante para el que trabajaba.

Quizá no me mereciera una felicitación por haberla matado a ella, pero al menos su madre ya sabría donde iba a estar todas las noches y no tendría que preocuparse de que anduviera de cama en cama, eso ya era mucha ventaja para alguien.

Su foto era exactamente así… ella descansando… en paz… en un lecho que no era el suyo y tampoco el de su amante en turno, sólo era uno más en un hotel que quedaba cerca de su casa las colchas y sábanas estaban impecables, no había modo de creer que debajo de aquella cubierta se encontraba alguien cortada en pedazos humanos que alguna vez habían formado su cuerpo, su cabello había sido perfectamente cepillado para que su cabeza pudiera asomarse mientras reposaba en la almohada, se veía tan tranquila, que después de haberla arropado había dado un beso en su frente y le había deseado una linda noche.

Víctima 4. Odette Faure. Prostituta de veintidós años cabello teñido en rojizo, implantes tanto en el busto como en el trasero, incluso en las piernas podía decirse que tenía auténticos mazos pues se dedicaba a hacer ejercicio todos los días, quizá tenía talento para otras cosas, pero por el momento ninguno de sus clientes se había quejado de ella, siendo así la que más citas tenía en una noche, lejos de casa y un hermano adicto al que le daba dinero con tal de que la dejara en paz y que se perdía en su mundo con mucha frecuencia.

Ella ya había sufrido mucho igual que las demás, no podía dejar que siguiera siendo la mejor en algo tan patético como lo era la prostitución, pudo ser instructora en el gimnasio donde iba a entrenar diariamente pero no quería, así que si su hermano no se preocupaba porque fuera la mejor de la calle, alguien tenía que quitarla de ahí y a él quitarle de las drogas, esa sería mi misión y la había cumplido.

La escena descrita al pie de la foto del periódico recortado se me hacía sosa e incompleta pues de nuevo habían olvidado los detalles, sólo sabían que había sido la misma persona por los trece cortes perfectamente hechos, sin embargo no sacaban ninguna otra vinculación, para cuidar al siguiente sector que atacaría… la habían encontrado en un edificio abandonado envuelta en una alfombra que debería de estar en las más prestigiosas tiendas de muebles, no podían alegar que no la había cubierto con lujos que no había tenido ni siquiera vendiendo su cuerpo, estaba puesta en un par de sillas y por encima de estas colgaba un cuadro, una pintura que estaba rasgada, he de confesar que la había encontrado en la basura, pero servía perfectamente para la decoración.

El vaso empezaba a quedarse completamente vacío, entre cada uno de los brindis que tenía que hacer por mis buenas acciones y que nadie se había percatado de ellas, pero el que cada una de mis pistas también se hubieran encontrado en anonimato me dejaban con más tranquilidad pues sabía que no habían notado varias cosas.

Víctima 5. Úrsula Heinz. Decoradora y corredora de bienes raíces de treinta y seis años, casada desde hacía quince, sin hijos y con un esposo enfermo y minusválido que no le ayudaba en nada, sólo a que los gastos se incrementaran más conforme el tiempo pasaba, nunca se quejaba, era de esas mujeres creadas y criadas a la antigua en donde el hombre siempre debe de ser el amado y sólo debe de ser uno, su trabajo le daba beneficios que le permitían vivir de manera holgada, con un gato como mascota y a la que su jefe le dejaba la administración de más inmuebles que a las demás.

En esta ocasión había un perjudicado pero también ella había salido beneficiada… por todas sus buenas obras seguramente en su religión habrían pensado que se iría a vivir la vida eterna, ahora descansaba y eso era bueno, todos necesitamos descansar y yo… planeaba que todos lo hicieran.
De ella había encontrado más fotos pues todo su cuerpo había sido regado por el salón de clases en donde la había dejado, una calceta blanca de colegiala le quedaba como mordaza y la otra le cubría los ojos, cada vez pulía más mis trabajos pues ni una gota de su sangre se había encontrado ni en su cuerpo ni en el piso del salón, en ningún lugar de la escuela.

Víctima 6. Vanessa Tonner. Estudiante de nivel medio superior de dieciocho años apunto de marcar su vida siendo algo que sus padres no quieren como lo es la literatura, se esfuerza por tener las mejores notas de su salón e incluso es la mejor de su generación, siempre ha recibido menciones honoríficas en cada uno de los institutos en los que ha estudiado y ha participado en concursos incluso a nivel internacional en representación y como líder de cada uno de sus grupos, delgada y de cuerpo torneado, no pertenece a ningún equipo de deportes, es famosa por lo que sabe y no por lo que es…

Toda una mina de sabiduría pero que no se iba a explotar como debía… toda aquella inteligencia se iba a quedar plasmada en libros que quizá fueran famosos o quizá no, cuando ella bien podía haberse dedicado a la investigación como sus padres tanto querían, de nuevo un aplauso y ovaciones para mí, pues sus padres no tendrían que ver el fracaso de su hija ni ella misma tenía que vivir la derrota de un sueño frustrado.

Su foto era realmente digna de un cuadro para que adornara la pared de mi dormitorio… en verdad que lo era, su cuerpo en cada corte había quedado “vendado” por piezas de papel llamativos y su cabello había quedado adornado con una peineta de moda, llevaba aretes, collar y pulseras que usaban las jovencitas de su edad, la ropa era de temporada y la más anunciada en la tv, ninguna de ellas se podía quejar por el esmero que le había puesto a su muerte… llevaban mi signo, el de ellas y el de la siguiente, sus restos habían sido depositados con cuidado en la azotea de un edificio debajo de un gran espectacular que pedía alto a la violencia.

Las hojas giraron y se encontraron en blanco... debía empezar mi nueva reseña, abrí el cajón que estaba en mi escritorio y empecé a sacar uno a uno los recortes, tomé la pluma y empecé a escribir...

Víctima 7...

sábado, 25 de septiembre de 2010

Capítulo 4. Confusión.

Aún me costaba trabajo creerlo, por más que lloraba, gritaba, pegaba e incluso yo misma me golpeaba, no podía creerlo, algo no me dejaba, tenía días encerrada en mi casa, ni siquiera había encendido la luz, la tv, nada, no quería escuchar, ni ver absolutamente nada ni a nadie, la persona que yo quería que llegara no estaría, se había ido… ¡no! No se había ido, se la había llevado, me la habían quitado.

Una vez más la puerta sonaba, sabían que no abriría, no tenía idea de porque diario hacían lo mismo, no sabía porque siempre tenían que ver como estaba, cuando a la que tenían que cuidar no lo habían hecho.

-No me iré, esta vez no me voy a ir de aquí, Tara… te lo estoy diciendo muy en serio, y si no abres, entraré a la fuerza quieras o no-

Esa voz era familiar ¿había sido él quien había venido a buscarme antes? ¿era él quien tocaba la puerta casi a la misma hora sin hablar? Me había encerrado tanto en lo que a mí me dolía que había olvidado a los demás. Me levanté de la cama y sentí como todo me dio vueltas y tuve que sostenerme de mi tocador, estaba débil pero no tenía hambre, ni sueño… mi mano se sostuvo del pomo de la puerta y casi me aventé a ella para recargarme por completo, las piernas se me doblaban, en el pasillo casi fui pegada a la pared, la mesa del comedor también me sirvió de apoyo hasta que por fin llegué hasta la puerta y me dejé caer de espaldas sentándome en ella recargando mi espalda y mi cabeza mientras mis ojos se cerraban.

-Puedes irte, estoy bien, pero no pienso abrir esta puerta…-

Sentí como al otro extremo hacía lo mismo, era como si nuestras espaldas estuvieran descansando una sobre la otra, dejando que aquél pesar se conjuntara y pudiéramos descansar, descargarlo, dejar que fluyera.

-Entonces aquí nos quedaremos, tengo que ver que estás bien, necesito un abrazo de mi hermana menor…-

Esas palabras hicieron que un nudo se encontrara en mi garganta y las lágrimas que apenas había podido controlar unos cuantos minutos antes volvieran a surgir de la nada inundando mis ojos y bañando mis mejillas, estrellándose en la blusa de mi pijama, mis piernas se encogieron hasta que mis rodillas estuvieron al nivel de mi barbilla para poder recargarla, aquél dolor no cesaba pero tenía que compartirlo o al menos ver que había gente que sufría igual que yo para salir de esto que ahora me estaba matando de una forma tan literal.

-Peque… en verdad lo necesito…-

Su voz se había quebrado y yo seguía llorando ahogando todo aquél sentimiento en mis rodillas para no hacer ruido al llorar, para que el silencio se quedara con aquellas lágrimas y si era posible se llevara el dolor que a mí me embargaba.

-En serio te abriría… pero es que no sé si tenga la suficiente fuerza como para levantarme y abrir…-

Era una confesión pues me había costado demasiado trabajo llegar hasta donde estaba como para ahora levantarme…

-Abriré pero entras con cuidado… el piso me aclama y no puedo dejarlo…-

Estaba en un estado tan deplorable, levanté la mano tratando de estirarme lo más que podía para poder quitar la cadena que atoraba la puerta y después girar la llave, creía que esto había sido peor que un parto, quedé dolorida del hombro y la espalda, a rastras me pasé lejos del alcance del marco de la puerta para que pudiera abrir.

-Listo… con cuidado…-
Vi como la puerta se iba abriendo y yo tenía las piernas pegadas al pecho y los brazos sobre estas viendo hacia arriba como una niña pequeña que acaban de regañar y se ha escondido en un armario viendo como su padre la ha encontrado y le dirá que ya pasaron las cosas, que ha sido muy estricto pero la sigue queriendo igual, no sabría explicar de donde me salieron las fuerzas pero me levanté apoyando las manos en la pared y pude llegar hasta sus brazos.

Por un largo rato mis lágrimas mojaron su camisa y las suyas habían empapado aún más mi pijama, había sido un abrazo reconfortante, aunque parecía que las lágrimas no se acababan, no tenían fin y siempre salían con el mismo sentimiento, mis manos temblaban en su espalda y los sollozos no los podía controlar, su mano se movía con suavidad en mi espalda acariciando mi cabello de igual forma.

-Siento que seas tú el que me consuele a mí… pero es que ahora no soy de ayuda, a lo mejor nunca lo he sido y ahora menos lo seré…-

-Shhh… no digas nada, todos estamos perdidos en algún momento, todo esto pasará, ahora puedes llorar lo que quieras, si necesitaba y necesito ese abrazo donde sea yo el que llore pero ahora lo que me ayuda más es saber que estarás bien…-

-Por algo eres el hermano que nunca tuve…- besé su mejilla y me separé de su hombro mientras buscaba sus ojos –No quiero salir a la calle…- su mano se deslizó por mi mejilla acariciándola suavemente –Es tonto e infantil… pero no quiero…- sentí como sus brazos me cargaron hasta que llegamos a la cama, no había dicho ni una sola palabra hasta que me depositó en ella y colocó un beso en mi frente –Gracias…- le vi, si quizá todavía me dolía al menos ahora estaba un poco más tranquila, no había hablado con nadie en el tema desde que me había enterado de lo ocurrido.

-De nada, para eso estamos los amigos y más los hermanos- me guiñó el ojo mientras se sentaba a mi lado sosteniendo mi mano entre las suyas –Lo que le pasó a Beca no tiene porque pasarte a ti…- su voz era tranquila y yo no pude más que respirar una vez con profundidad mientras mi cabeza negaba lentamente pero con firmeza.

-Alex… es que ¿cómo ella? ¿por qué ella?- sentí que las lágrimas venían de nuevo a mis ojos mientras sus dedos se deslizaban hasta mis labios para que guardara silencio.

-Es un enfermo, no hay explicaciones, no hay una más lógica Tara, sólo esa, nos ha quitado algo que queríamos, así como lo ha hecho con más gente… hasta ahora se saben de algunas pero… no sabemos si existan más… te voy a cuidar…- apretó mi mano y yo fruncí los labios, siempre que había mostrado algo de interés por los asesinatos ocurridos con anterioridad ellos me habían visto mal, habían incluso llegarme a esconder las cosas, los recortes, periódicos y cualquier objeto relacionado con ellos.

“Eso no nos pasará…” siempre era lo que decía ella, negué con la cabeza, todo mundo veía las cosas tan lejanas hasta que ocurrían, ahora ya no tenía a mi mejor amiga, mi cómplice, aquella persona que conocía como era que me sentía con tan sólo decirle un “hola”, que seguía mis pasos sin obtener nada a cambio y que ahora un “enfermo” como lo llamaban me la había arrebatado para siempre.

-¿Los padres de Becky me disculparon que no fuera a su funeral?-

-Sí peque, sí lo hicieron, de hecho han marcado a tu casa varias veces pero nunca contestas, tampoco el móvil, así que me han mandado y aunque no lo hubiera hecho, hubiera venido…- me sonrió de una forma amable, pero la felicidad no se notaba del todo en su mirada –Están agradecidos de que te hayas ofrecido a reconocer el cuerpo de Beca, no lo hubieran soportado…- la sola mención me había hecho que de nuevo sintiera esa opresión en el pecho y que recordara cada una de las imágenes.

-Esa no era Becky…-

Los ojos de Alexander se abrieron de tal forma que con ese sólo gesto me había dicho “Estás loca”, soltó mi mano de repente y se puso de pie mientras se veía en su gesto que quería decir algo, preguntar, cualquier cosa, se sentó en mi tocador recargando las manos a sus costados para después cruzar los brazos, había algo en su gesto que me inquietaba demasiado.

-¿Qué ocurre?-

Tomó aire y negó con la cabeza, sus gestos me iban a volver loca si es que todavía no lo estaba, sus manos fueron a su cabello y rascó su nuca, intentaba comprender algo que todavía no sabía que era.

-¿Cómo que no era Beca?-

Sus palabras habían salido con duda, miedo, incluso podía decir que me estaba juzgando con sólo hacer esa pregunta, estaba impaciente y evidentemente confundido con aquella afirmación que había hecho.

-Has dicho que era ella… delante de sus padres, me lo dijiste a mí… se lo dijiste al oficial… no puedes decir ahora que no era ella, Tara, lloraste, gritaste... ¿lo hiciste por una desconocida? ¿nos engañaste a todos?, no entiendo y exijo que te expliques ahora…-

Su voz salía con determinación y ahora tendría que explicarme, me enderecé un poco recargando mi espalda en la cabecera para poder verle mejor.