Enfermedad Nocturna

Algunos de los que me conocen saben que siempre me ha gustado todo lo relacionado con los asesinos seriales, no porque festeje lo que hacen sino porque me encanta su manera de pensar, espero que la creación de mi propio asesino serial no deje un mal sabor de boca, se aceptan toda clase de comentarios y propuestas y por supuesto se agradecen

domingo, 26 de septiembre de 2010

Capítulo 5. Polvo que viene y va.

En este capítulo existe un cambio de narrador…)

POV Murderer

Todo el ajetreo que había conseguido me llenaba de un gozo que nadie podía imaginar, respiraba mi victoria, todo mundo sabía que existía, pero realmente nadie se había puesto a investigar lo suficiente sobre mí, siempre era igual… siempre toda una polvareda con mi nuevo premio que se limpiaba a los pocos días para que todo se viera claro de nuevo en su mundo, eso era lo que yo era… sólo polvo.

Las fotos que los periódicos y los criminalistas tomaban acerca de mis obras de arte realmente eran tan fascinantes que yo llegaba al punto de desear contratarles y comprar cada una de esas bellezas tan sólo para poderlas enmarcar… pero me tenía que conformar con un simple recorte de periódico, de una foto, cuando sabía que habían tomado miles…un trabajo que no querían compartir con los demás cuando yo les había dejado el mío… ahí… perfecto… intacto… el egoísmo de la gente me podía poner los nervios de punta, pero quizá con paciencia las obtendría todas.

Todavía quedaba un pequeño recorrido para llegar al trofeo mayor, sin embargo me costaría trabajo, la mitad de aquella meta ya estaba hecha, nadie se daba cuenta de que en verdad guardaba algo de ellas, siete pequeños mechones de cabellos estaban amarrados en forma de moño en una caja de madera fina… roble, que los inundaba con su aroma y que los mantenía perfectos, cada uno ensartado con un pequeño clavo y su nombre inscrito en la parte superior junto con la fecha de su obtención.

No era algo que sólo se hiciera porque sí, pero nadie me entendería, además de que ¿para qué perder el tiempo con alguien que tiene un problema mental? Eso era lo que se leía en los diarios, no era un problema mental, era un conjunto de sentimientos heridos y lastimados que me habían llevado al punto de hacer lo que hacía.
Serían recordadas siempre… aventé el vaso que tenía en mis manos escuchando como el ruido del vidrio con la madera de la puerta resonaba por todo el cuarto.

-También por mí las recordarán… yo también estaré ahí… presente cada que se acuerden de ustedes, cada una de ustedes ya tiene algo de mí que no se puede quitar por más que intente…- reí estruendosamente y recargué la espalda por completo en mi silla –Se me olvidaba que ya no podían intentarlo…- tomé otro vaso que tenía al lado dejando que se llenara de líquido ámbar… un buen whisky, para que mi garganta se recuperara después de aquél sonoro ruido emitido.

Tenía unos días haciendo el último letrero que iría en la casilla que enmarcara los últimos cabellos de mi víctima pero por alguna razón siempre me equivocaba en su nombre, era el único que me faltaba y me concentraba al escribirlo y simplemente no podía, el cesto de basura se encontraba repleto de papel arrugado, tamborileé con la pluma en el escritorio mientras veía el último intento de nombre y fecha… la sonrisa se empezó a ensanchar en mi cara cuando vi los números dibujados de una forma tan perfecta, simétricos y su maldito nombre lo arruinaba todo.

Cada recorte estaba pulcramente enmicado y guardado en una carpeta, tenía un orden cronológico de todo lo ocurrido y como era que ellos seguían intentando buscar cosas que no estaban y que las más obvias no las veían… el cabello recortado, la sangre faltante… los cortes, las posiciones, cada uno de esos detalles hablaba por sí y aún así no lo sabían, se conformaban con decir que cada vez los patrones se iban distorsionando más, cuando incluso cada uno de ellos les decían quién sería la siguiente víctima.

Abrí la carpeta y el aire salió de forma tranquila mientras la sonrisa en mi rostro seguía ahí, imborrable, imperturbable, perfecta y sobre todo victoriosa.

Víctima 1. Anne Carter. Abogada de treinta y cuatro años, con una trayectoria en el ámbito penal casi impecable con un noventa porciento de victorias en diez años de labores, ascendiendo en el despacho en el que laboró hasta ser una de las socias con mayor poder en él, cabello castaño, cuerpo mediano, ojos azules y piel morena clara, una familia poco numerosa y sobre todo muy dispar y distante, dos hijas rebeldes de quince y nueve años, ninguna le obedecía y un marido desobligado que le engañaba, padres finados y suegros aún dándole batalla.

Negué con la cabeza al leer mi descripción en este momento decía que en los periódicos debería haber dicho que yo la había salvado de aquél tormento, pero no… en vez de eso decían atrocidades sobre mí, cuando la realidad era que viva sufría demasiado y yo al menos la liberé de ese sufrimiento y de esa vida que llevaba, que quizá no lo era, nadie te obedece, nadie te quiere, nadie se da cuenta que es lo que te ocurre, bueno, nadie en su familia, los demás claro que toman lo que le pasa en su vida, pues de eso dependía la suya, sus clientes después de ser liberados seguramente se olvidaban de ella al entregarle su último cheque, eso se simplifica en llano interés por otros motivos que no son los afectivos.

Su foto era perfecta, la mano y una parte de su pie era lo único que se veía debajo de ese montón de tierra que se encontraba húmeda por la sangre que se había derramado, cerré los ojos y pude vivir aquél momento de nuevo mientras iba dejando cada uno de los miembros de su cuerpo debajo de esa basura o quizá sólo le agregaba más basura –Anne, Anne, tú si me hubieras podido meter a la cárcel, pero ya no estás, seguiré en la calle…- alcé mi vaso extendiendo mi brazo al aire –Por t… mí- de nuevo una risa para después degustar un sabor que me fascinaba, el alcohol me relajaba, di vuelta lentamente a las hojas que enmarcaban la noticia periodística hasta llegar con mi segunda mujer.

Víctima 2. Elena Spencer. Ingeniero de treinta y dos años, cabello negro, maltratado y sin nada de brillo y piel completamente pálida y reseca por causa de las construcciones en las que se encontraba a diario, descuidada en su aspecto, soltera, con gafas grandes que ocupaban más de la mitad de su cara sin poder dejar ver un rasgo natural descubierto fielmente, vivía con su padre quien nunca creía en ella y desde que había salido de la Universidad le había hecho la vida de cuadritos, por no haber recibido un título, sin embargo así era brillante y por lo mismo siempre escalaba, tenía una constructora propia y a pesar de esto necesitaba la firma y nombre de alguien más, nunca le interesó titularse pues creía que un papel no podía simplificar su talento.

-Pobre de ti… también por ti debieron felicitarme, eres o era ingeniero… no médico para que en un par de años más hubieras tenido que cuidar a alguien con achaques y el cual no lo merecía por darte el trato que te dio…- negué con la cabeza mientras acariciaba la foto de ella –No, no, eso no podía permitirlo yo… así que…- volví a alzar mi vaso que ya tenía menos de la mitad –De nuevo por mí, vamos pero cuanto festejo tenemos hoy…- un sorbo largo y tranquilo hacía que mi lengua pudiera paladear aquél whisky, siempre había sido como mi premio.

Vuelta a la hoja y ahí estaba su respectiva nota periodística, la foto, de nuevo era impecable, decía exactamente lo que yo quería que dijera, pero que nadie había visto, siempre me había creído más inteligente que los demás y después de todo ¡lo era!... ella en un callejón oscuro tirada en un bote de basura completamente limpio en donde su sangre se fue acumulando a medida de que se desangraba sus zapatos haciendo que sus pies se sintieran ahogados en un sitio tan reducido al punto de hincharse, el cabello cubriendo su cara deforme por el miedo y en la mano una bolsa con comida rápida, vi mi mano izquierda en el dorso, me había mordido la muy perra, pero ni siquiera habían podido ver eso cuando hicieron su autopsia, vaya que si eran inútiles nuestros criminalistas, sólo por eso hubiera revivido a Anne, pero ¡lástima! Ya no se podía, tomé todo el aire que el espacio me brindaba, sólo para llenar mis pulmones y sentirme con vida como ellas ya no lo estaban.

Víctima 3. Ilse Craig. Mesera de veintiocho años de cabellos rubios y piel clara, ojos marrones sin mucho atractivo físico que no fuera el “Es rubia”, delgada pero sin atributos adicionales, no por ello limitada en sus conquistas amorosas pues su madre siempre le criticaba que no tardaba demasiado en traer a un chico nuevo a casa, hasta el momento llevaba cerca de seis en el último mes, el mes en el que yo la había investigado, de todos sólo buscaba la diversión y el sexo que pudieran ofrecerle, pero así como era también no descuidaba su trabajo fácilmente, nunca faltaba, nunca pedía permisos y siempre podía estar libre para cubrir unas horas más si alguien llegaba a faltar, había recibido premios mensuales casi desde que había entrado al lugar, pues tenía tres años laborando de los cuales treinta y cuatro había sido considerada la mejor del restaurante para el que trabajaba.

Quizá no me mereciera una felicitación por haberla matado a ella, pero al menos su madre ya sabría donde iba a estar todas las noches y no tendría que preocuparse de que anduviera de cama en cama, eso ya era mucha ventaja para alguien.

Su foto era exactamente así… ella descansando… en paz… en un lecho que no era el suyo y tampoco el de su amante en turno, sólo era uno más en un hotel que quedaba cerca de su casa las colchas y sábanas estaban impecables, no había modo de creer que debajo de aquella cubierta se encontraba alguien cortada en pedazos humanos que alguna vez habían formado su cuerpo, su cabello había sido perfectamente cepillado para que su cabeza pudiera asomarse mientras reposaba en la almohada, se veía tan tranquila, que después de haberla arropado había dado un beso en su frente y le había deseado una linda noche.

Víctima 4. Odette Faure. Prostituta de veintidós años cabello teñido en rojizo, implantes tanto en el busto como en el trasero, incluso en las piernas podía decirse que tenía auténticos mazos pues se dedicaba a hacer ejercicio todos los días, quizá tenía talento para otras cosas, pero por el momento ninguno de sus clientes se había quejado de ella, siendo así la que más citas tenía en una noche, lejos de casa y un hermano adicto al que le daba dinero con tal de que la dejara en paz y que se perdía en su mundo con mucha frecuencia.

Ella ya había sufrido mucho igual que las demás, no podía dejar que siguiera siendo la mejor en algo tan patético como lo era la prostitución, pudo ser instructora en el gimnasio donde iba a entrenar diariamente pero no quería, así que si su hermano no se preocupaba porque fuera la mejor de la calle, alguien tenía que quitarla de ahí y a él quitarle de las drogas, esa sería mi misión y la había cumplido.

La escena descrita al pie de la foto del periódico recortado se me hacía sosa e incompleta pues de nuevo habían olvidado los detalles, sólo sabían que había sido la misma persona por los trece cortes perfectamente hechos, sin embargo no sacaban ninguna otra vinculación, para cuidar al siguiente sector que atacaría… la habían encontrado en un edificio abandonado envuelta en una alfombra que debería de estar en las más prestigiosas tiendas de muebles, no podían alegar que no la había cubierto con lujos que no había tenido ni siquiera vendiendo su cuerpo, estaba puesta en un par de sillas y por encima de estas colgaba un cuadro, una pintura que estaba rasgada, he de confesar que la había encontrado en la basura, pero servía perfectamente para la decoración.

El vaso empezaba a quedarse completamente vacío, entre cada uno de los brindis que tenía que hacer por mis buenas acciones y que nadie se había percatado de ellas, pero el que cada una de mis pistas también se hubieran encontrado en anonimato me dejaban con más tranquilidad pues sabía que no habían notado varias cosas.

Víctima 5. Úrsula Heinz. Decoradora y corredora de bienes raíces de treinta y seis años, casada desde hacía quince, sin hijos y con un esposo enfermo y minusválido que no le ayudaba en nada, sólo a que los gastos se incrementaran más conforme el tiempo pasaba, nunca se quejaba, era de esas mujeres creadas y criadas a la antigua en donde el hombre siempre debe de ser el amado y sólo debe de ser uno, su trabajo le daba beneficios que le permitían vivir de manera holgada, con un gato como mascota y a la que su jefe le dejaba la administración de más inmuebles que a las demás.

En esta ocasión había un perjudicado pero también ella había salido beneficiada… por todas sus buenas obras seguramente en su religión habrían pensado que se iría a vivir la vida eterna, ahora descansaba y eso era bueno, todos necesitamos descansar y yo… planeaba que todos lo hicieran.
De ella había encontrado más fotos pues todo su cuerpo había sido regado por el salón de clases en donde la había dejado, una calceta blanca de colegiala le quedaba como mordaza y la otra le cubría los ojos, cada vez pulía más mis trabajos pues ni una gota de su sangre se había encontrado ni en su cuerpo ni en el piso del salón, en ningún lugar de la escuela.

Víctima 6. Vanessa Tonner. Estudiante de nivel medio superior de dieciocho años apunto de marcar su vida siendo algo que sus padres no quieren como lo es la literatura, se esfuerza por tener las mejores notas de su salón e incluso es la mejor de su generación, siempre ha recibido menciones honoríficas en cada uno de los institutos en los que ha estudiado y ha participado en concursos incluso a nivel internacional en representación y como líder de cada uno de sus grupos, delgada y de cuerpo torneado, no pertenece a ningún equipo de deportes, es famosa por lo que sabe y no por lo que es…

Toda una mina de sabiduría pero que no se iba a explotar como debía… toda aquella inteligencia se iba a quedar plasmada en libros que quizá fueran famosos o quizá no, cuando ella bien podía haberse dedicado a la investigación como sus padres tanto querían, de nuevo un aplauso y ovaciones para mí, pues sus padres no tendrían que ver el fracaso de su hija ni ella misma tenía que vivir la derrota de un sueño frustrado.

Su foto era realmente digna de un cuadro para que adornara la pared de mi dormitorio… en verdad que lo era, su cuerpo en cada corte había quedado “vendado” por piezas de papel llamativos y su cabello había quedado adornado con una peineta de moda, llevaba aretes, collar y pulseras que usaban las jovencitas de su edad, la ropa era de temporada y la más anunciada en la tv, ninguna de ellas se podía quejar por el esmero que le había puesto a su muerte… llevaban mi signo, el de ellas y el de la siguiente, sus restos habían sido depositados con cuidado en la azotea de un edificio debajo de un gran espectacular que pedía alto a la violencia.

Las hojas giraron y se encontraron en blanco... debía empezar mi nueva reseña, abrí el cajón que estaba en mi escritorio y empecé a sacar uno a uno los recortes, tomé la pluma y empecé a escribir...

Víctima 7...

sábado, 25 de septiembre de 2010

Capítulo 4. Confusión.

Aún me costaba trabajo creerlo, por más que lloraba, gritaba, pegaba e incluso yo misma me golpeaba, no podía creerlo, algo no me dejaba, tenía días encerrada en mi casa, ni siquiera había encendido la luz, la tv, nada, no quería escuchar, ni ver absolutamente nada ni a nadie, la persona que yo quería que llegara no estaría, se había ido… ¡no! No se había ido, se la había llevado, me la habían quitado.

Una vez más la puerta sonaba, sabían que no abriría, no tenía idea de porque diario hacían lo mismo, no sabía porque siempre tenían que ver como estaba, cuando a la que tenían que cuidar no lo habían hecho.

-No me iré, esta vez no me voy a ir de aquí, Tara… te lo estoy diciendo muy en serio, y si no abres, entraré a la fuerza quieras o no-

Esa voz era familiar ¿había sido él quien había venido a buscarme antes? ¿era él quien tocaba la puerta casi a la misma hora sin hablar? Me había encerrado tanto en lo que a mí me dolía que había olvidado a los demás. Me levanté de la cama y sentí como todo me dio vueltas y tuve que sostenerme de mi tocador, estaba débil pero no tenía hambre, ni sueño… mi mano se sostuvo del pomo de la puerta y casi me aventé a ella para recargarme por completo, las piernas se me doblaban, en el pasillo casi fui pegada a la pared, la mesa del comedor también me sirvió de apoyo hasta que por fin llegué hasta la puerta y me dejé caer de espaldas sentándome en ella recargando mi espalda y mi cabeza mientras mis ojos se cerraban.

-Puedes irte, estoy bien, pero no pienso abrir esta puerta…-

Sentí como al otro extremo hacía lo mismo, era como si nuestras espaldas estuvieran descansando una sobre la otra, dejando que aquél pesar se conjuntara y pudiéramos descansar, descargarlo, dejar que fluyera.

-Entonces aquí nos quedaremos, tengo que ver que estás bien, necesito un abrazo de mi hermana menor…-

Esas palabras hicieron que un nudo se encontrara en mi garganta y las lágrimas que apenas había podido controlar unos cuantos minutos antes volvieran a surgir de la nada inundando mis ojos y bañando mis mejillas, estrellándose en la blusa de mi pijama, mis piernas se encogieron hasta que mis rodillas estuvieron al nivel de mi barbilla para poder recargarla, aquél dolor no cesaba pero tenía que compartirlo o al menos ver que había gente que sufría igual que yo para salir de esto que ahora me estaba matando de una forma tan literal.

-Peque… en verdad lo necesito…-

Su voz se había quebrado y yo seguía llorando ahogando todo aquél sentimiento en mis rodillas para no hacer ruido al llorar, para que el silencio se quedara con aquellas lágrimas y si era posible se llevara el dolor que a mí me embargaba.

-En serio te abriría… pero es que no sé si tenga la suficiente fuerza como para levantarme y abrir…-

Era una confesión pues me había costado demasiado trabajo llegar hasta donde estaba como para ahora levantarme…

-Abriré pero entras con cuidado… el piso me aclama y no puedo dejarlo…-

Estaba en un estado tan deplorable, levanté la mano tratando de estirarme lo más que podía para poder quitar la cadena que atoraba la puerta y después girar la llave, creía que esto había sido peor que un parto, quedé dolorida del hombro y la espalda, a rastras me pasé lejos del alcance del marco de la puerta para que pudiera abrir.

-Listo… con cuidado…-
Vi como la puerta se iba abriendo y yo tenía las piernas pegadas al pecho y los brazos sobre estas viendo hacia arriba como una niña pequeña que acaban de regañar y se ha escondido en un armario viendo como su padre la ha encontrado y le dirá que ya pasaron las cosas, que ha sido muy estricto pero la sigue queriendo igual, no sabría explicar de donde me salieron las fuerzas pero me levanté apoyando las manos en la pared y pude llegar hasta sus brazos.

Por un largo rato mis lágrimas mojaron su camisa y las suyas habían empapado aún más mi pijama, había sido un abrazo reconfortante, aunque parecía que las lágrimas no se acababan, no tenían fin y siempre salían con el mismo sentimiento, mis manos temblaban en su espalda y los sollozos no los podía controlar, su mano se movía con suavidad en mi espalda acariciando mi cabello de igual forma.

-Siento que seas tú el que me consuele a mí… pero es que ahora no soy de ayuda, a lo mejor nunca lo he sido y ahora menos lo seré…-

-Shhh… no digas nada, todos estamos perdidos en algún momento, todo esto pasará, ahora puedes llorar lo que quieras, si necesitaba y necesito ese abrazo donde sea yo el que llore pero ahora lo que me ayuda más es saber que estarás bien…-

-Por algo eres el hermano que nunca tuve…- besé su mejilla y me separé de su hombro mientras buscaba sus ojos –No quiero salir a la calle…- su mano se deslizó por mi mejilla acariciándola suavemente –Es tonto e infantil… pero no quiero…- sentí como sus brazos me cargaron hasta que llegamos a la cama, no había dicho ni una sola palabra hasta que me depositó en ella y colocó un beso en mi frente –Gracias…- le vi, si quizá todavía me dolía al menos ahora estaba un poco más tranquila, no había hablado con nadie en el tema desde que me había enterado de lo ocurrido.

-De nada, para eso estamos los amigos y más los hermanos- me guiñó el ojo mientras se sentaba a mi lado sosteniendo mi mano entre las suyas –Lo que le pasó a Beca no tiene porque pasarte a ti…- su voz era tranquila y yo no pude más que respirar una vez con profundidad mientras mi cabeza negaba lentamente pero con firmeza.

-Alex… es que ¿cómo ella? ¿por qué ella?- sentí que las lágrimas venían de nuevo a mis ojos mientras sus dedos se deslizaban hasta mis labios para que guardara silencio.

-Es un enfermo, no hay explicaciones, no hay una más lógica Tara, sólo esa, nos ha quitado algo que queríamos, así como lo ha hecho con más gente… hasta ahora se saben de algunas pero… no sabemos si existan más… te voy a cuidar…- apretó mi mano y yo fruncí los labios, siempre que había mostrado algo de interés por los asesinatos ocurridos con anterioridad ellos me habían visto mal, habían incluso llegarme a esconder las cosas, los recortes, periódicos y cualquier objeto relacionado con ellos.

“Eso no nos pasará…” siempre era lo que decía ella, negué con la cabeza, todo mundo veía las cosas tan lejanas hasta que ocurrían, ahora ya no tenía a mi mejor amiga, mi cómplice, aquella persona que conocía como era que me sentía con tan sólo decirle un “hola”, que seguía mis pasos sin obtener nada a cambio y que ahora un “enfermo” como lo llamaban me la había arrebatado para siempre.

-¿Los padres de Becky me disculparon que no fuera a su funeral?-

-Sí peque, sí lo hicieron, de hecho han marcado a tu casa varias veces pero nunca contestas, tampoco el móvil, así que me han mandado y aunque no lo hubiera hecho, hubiera venido…- me sonrió de una forma amable, pero la felicidad no se notaba del todo en su mirada –Están agradecidos de que te hayas ofrecido a reconocer el cuerpo de Beca, no lo hubieran soportado…- la sola mención me había hecho que de nuevo sintiera esa opresión en el pecho y que recordara cada una de las imágenes.

-Esa no era Becky…-

Los ojos de Alexander se abrieron de tal forma que con ese sólo gesto me había dicho “Estás loca”, soltó mi mano de repente y se puso de pie mientras se veía en su gesto que quería decir algo, preguntar, cualquier cosa, se sentó en mi tocador recargando las manos a sus costados para después cruzar los brazos, había algo en su gesto que me inquietaba demasiado.

-¿Qué ocurre?-

Tomó aire y negó con la cabeza, sus gestos me iban a volver loca si es que todavía no lo estaba, sus manos fueron a su cabello y rascó su nuca, intentaba comprender algo que todavía no sabía que era.

-¿Cómo que no era Beca?-

Sus palabras habían salido con duda, miedo, incluso podía decir que me estaba juzgando con sólo hacer esa pregunta, estaba impaciente y evidentemente confundido con aquella afirmación que había hecho.

-Has dicho que era ella… delante de sus padres, me lo dijiste a mí… se lo dijiste al oficial… no puedes decir ahora que no era ella, Tara, lloraste, gritaste... ¿lo hiciste por una desconocida? ¿nos engañaste a todos?, no entiendo y exijo que te expliques ahora…-

Su voz salía con determinación y ahora tendría que explicarme, me enderecé un poco recargando mi espalda en la cabecera para poder verle mejor.

jueves, 5 de agosto de 2010

Capítulo 3. Lugar y momento equivocados

La cabeza me da vueltas, no sé que pasa, los ojos me pesan y las costillas parece como si me punzaran, sé que mis movimientos están limitados pero no entiendo el motivo. Vaya es como si todo el cuerpo me pesara ¿un resfriado? ¿por qué no se puede ver? No, sí puedo, hay un mueble de madera, un librero viejo que no tiene nada encima y parece que con sólo tocarlo se hará serrín y me quedará en las manos, la pared de cemento sin nada que la vista, un foco que me da justo en los ojos ¡esta no es mi casa!. Hasta ese momento reacciono y me levanto de golpe hasta quedar sentada, mi oído está atento a todo lo que pase alrededor, llevo mis manos a mi rostro y lo froto todavía no entiendo que hago en un lugar como este y que es ese lugar.

-Al fin despertaste, duermes más que oso invernando- giro la cara para buscar de donde proviene esa voz.

-¿Cuánto tengo dormida? ¿Dónde estoy? ¿Por q…-

-Prefiero que sigas dormida al menos así no cuestionas tanto, sólo espero que no grites- su risa me da escalofrío, es capaz de helarme la sangre y hasta los mismos huesos.

Me intento levantar poco a poco y llevo mi mano a mi costado, me duele es como si me hubieran pateado, hago mis mejores esfuerzos para no quejarme pero siento que la piel se me abre y aprieto más sintiendo una pequeña humedad.

-Ese olor me encanta… el olor de la sangre me fascina- su voz es suave, no da miedo, al menos no como su risa.

-¿Sa…san…sangre?- esa sola palabra me aterraba si había algo en el mundo a lo que yo le tuviera miedo era a la sangre, sentí como empecé a hiperventilar y mis dedos se aferraron más a mi costado pues no quería ver mi propia sangre no podía, no debía o esta vez pasaría no por dormida sino por desmayada -¿Por qué me hiciste esto? ¿Qué te hice yo? Dime- volteaba para todos lados o al menos eso intentaba quería ver algo más que ese mueble y la pared, alguna puerta, una salida por donde poder pedir ayuda, aunque fuera una ventana pero mis ojos no me lo permitían, eran los nervios Tara concéntrate, de esto depende tu vida ahora era tan literal, no imaginaba tener que poner más atención de la que ponía en mi vida cotidiana, todos decían que era un tanto perfeccionista, siempre lo negué Concéntrate

-Tan infantil como siempre, no cambiarás nunca, pero así eres, ¿qué se hará?- empezó un repiqueteo de una pluma como si jugara con sus dedos y estuviera realmente pensando, yo permanecí en silencio, quería saber de donde venía su voz, al menos así sabría de donde saldría ¿no? Nunca fui buena jugando a las escondidas –Ya sé- el choque de sus palmas con una mesa –Debemos celebrar, ya sé que haré contigo, ¡ya lo sé!-

-¿Qué?- siempre trataba de sonar valiente aún cuando las piernas fueran peor que de goma o se me estuvieran haciendo agua, no se debe demostrar el miedo, porque tu adversario lo usa en tu contra.

-¿No adivinas? Vamos no seas aburrida, juguemos un poco-

-¿Jugar?-

-Sí, ¡juguemos!- su voz sonaba entusiasta como si a un niño le dieras un dulce por cada respuesta correcta y eso fuera el premio más grande del mundo.

-No tengo tiempo de jugar, sólo quiero salir de aquí y que me curen, estoy dolorida-

-Eso es parte del juego Tara, te digo, siempre aburrida, amargada, metódica, incluso podría decir que eres predecible, fue tan fácil-

-Podrías dejar de decirme lo que soy, ya me conozco, gracias, me tengo que ir-

De nuevo esa risa que hizo que se me tensaran todos los músculos del cuerpo, pero alcancé a ver algo que brillaba ¿qué era?.

-Ya que te niegas a jugar entonces tendré que hacerlo sin juego- salió su mano y pude verlo era una especie de cuchillo y digo especie por que no sé que era con exactitud, sólo alguien con conocimientos en el tema sabría.

-Me vas a…- se me atoraron las palabras en la garganta y fue como si el choque de emociones que sentí hubiera abierto más la herida pues la humedad en mi mano se sintió aún más y pude sentir un pequeño fluído.

-¡Bravo!- aplaudió tan fuerte sin soltar lo que traía en la mano que bien se pudo haber escuchado hasta la otra habitación o departamento o lo que fuera que hubiera al lado –Adivinaste, pensé que no querías jugar, pero sí- sonrió de tal forma que pude ver sus dientes e incluso fue como si viera un brillo en sus ojos, algo que le hiciera ilusión.

-Pero ¿Por qué?-

-Ay Tara, ¿no te puedes quedar con la respuesta correcta nada más? ¿tienes que saber siempre el motivo? ¿qué no sabes que la curiosidad mató al gato?- mi respiración se empezaba a agitar y al parecer unas lágrimas se querían salir de mis ojos, siempre me había preguntado por que parecía que las personas que iban a morir lloraban y ahora no tenía la respuesta pero también lo quería hacer, el pánico se empezaba a apoderar de mí.

-Dime ¿gritarás? O ¿te darás por vencida? De cualquier forma no podrás salir de aquí- se acercó más a mí y lo único que podía ver eran esos ojos que me penetraban, me tomó el mentón y sólo cerré los ojos.

-La muerte no me da miedo- respiré una vez más y solté mi costado era mejor que mis manos estuvieran libres quizá con un poco de suerte podría salir de ahí, tenía que salir de ahí.

-Sí claro, sabes que no es verdad mueres de miedo- su lengua se deslizó por mi mejilla limpiando la lágrima que se había derramado por mi rostro –Pobre, ni siquiera te he tocado y ya estás llorando ¿quieres a mamá?- me aventó y caí en el mismo lugar del que me había tenido que levantar momentos antes –Pues no va a venir, qué lástima…- si se volvía a reír no me importaría que me viera llorar como una pequeña de tres años sollozando en el regazo de su madre, pero su risa era lastimera, no había indicios de que se arrepintiera de lo que hacía, incluso el placer que le daba lo que hacía lo expresaba en toda su amplitud, limpié mis propias lágrimas y la saliva que había quedado en mi rostro –¿Gritarás? ¿llorarás? Vamos dime, no seas tímida, anda dime, ¿sí? ¿sí?- se puso en cuclillas delante de mí con la cabeza de lado.

-Mátame ya y deja de joder-

-Ay pero que ruda, me diste miedo- puso cara de espanto y de nuevo esa risa tan burlona como no había escuchado antes.

-Mátame o te terminaré matando yo a ti- volvió a reír como si le contara un chiste –No seré una más en tu cadena- negaba con la cabeza sin dejar de reír mientras yo me frustraba cada vez más.

-¿Tú? Pero si tú no matas ni a un insecto por favor- en menos de un segundo su cuerpo aprisionó al mío entre el piso y su peso -¿Lo ves? Nunca has querido salir de tu burbuja, siempre la escuela, siempre el trabajo, siempre la casa, siempre… y no sabes como moverte en el mundo real-

-¿Y tú sí? ¿porqué tú si sabes moverte en el mundo real haces esto?-

-Ah pero ¡que ternura! Me darás terapia, no esperaba menos de ti- su cuerpo se movió y se sentó encima de mí liberándome un poco, apenas pude acomodarme cuando sentí una cachetada que hizo que mi otra mejilla sintiera el frío del concreto que tenía debajo de mí –Aquí sobrevive el más fuerte-

-Tú no lo eres, tú eres cobarde, eso es lo que eres- probé mi propia sangre y me dieron arcadas, traté de controlarlas.

-No me conmueves, ni tampoco haces que me enoje, nadie me dice lo que soy y lo que no soy, sólo creo en mí y con eso me basta, sólo eso, nada más- de nuevo su mano sobre mi rostro me hizo mantenerme quieta.

No había nada a mi alcance y estaba inmovilizada de la cintura para abajo, parece que en verdad había perdido este juego, toda mi vida pasó tan rápido por mi cabeza que me pude olvidar de la situación en la que me encontraba al menos unos segundos, tenía razón, sólo me la había pasado pensando en un futuro donde todo se hiciera como yo quisiera y pudiera tener el control de las cosas, siempre me había preocupado por ser la mejor para los demás y nunca para mí, ahora ya era tarde para que tratara de remediarlo.

-¡Eh! No te duermas ya casi acabo contigo para que te vuelvas a dormir- su voz me trajo de nuevo a la realidad que ahora tenía delante de mí, a mi realidad.

También se me había olvidado aquél instrumento que traía en la mano y que ahora se veía tan aterrador.

-A ver, el cuello…- me acarició la garganta y pude sentir asco, unas náuseas incontrolables que sólo provenían de aquél contacto -…No, eso es muy rápido, empecemos por una muñeca- tomó mi mano antes de que yo pudiera captar todas sus palabras y vi como se iba acercando aquél afilado cuchillo hasta hacer una incisión en mi brazo para que la sangre se empezara a derramar, dolía, dolía tanto que cerré los ojos con fuerza…

-Uno, dos, tres- me levanté rápido toqué mi muñeca, mi cara, mi garganta, mis costillas, no tenía nada.

-¿Qué pasó?-

-¿Recuerdas algo?-
-Yo… no… nada- abrí los ojos por completo y empecé a ver mi entorno, Becky iba entrando por la puerta y me aventé a los brazos de Alexander empezando a sollozar.

-Te dije que una sesión de hipnosis no era buena-

-No me regañes, abrázame- necesitaba ese abrazo tan fuerte y tan sincero como si fuera comida para alguien que lleva días incluso semanas sin probar alimento –Vamos a casa Becky por favor, vámonos- Becky y Alex salieron conmigo, él me cubría con su brazo mientras yo caminaba sólo un poco iba exhausta, parecía como si todo hubiera sido real.

-¿Qué se siente?-

-¡Del carajo Becky! ¡no te acuerdas de nada!- mentía, pero era lo mejor realmente quería olvidar lo sucedido.

martes, 27 de julio de 2010

Capítulo 2. Incomprendida

-Alex… no sé, dame cualquier cosa, lo que sea, no importa, sólo necesito dormir, dormir…- hasta ese momento el doctor Hayes se había negado a darme cualquier somnífero –No es como amigos, es de paciente a doctor, no te dejes llevar por la amistad que hay, necesito esos medicamentos…- le tomé la mano y se la apreté.

-Tara, tienes mucha carga de trabajo y demasiado sueño rezagado si te medico corres el riesgo de quedarte dormida incluso manejando, ¿sabes el riesgo que eso conlleva? No sólo es tu vida, es la de otra gente- me devolvió el apretón de mano y me vio con ternura, como si fuera cualquier hermano mayor, dejando mi mano lentamente y levantándose hasta llegar enfrente de mí para abrazarme mientras yo me ponía de pie –Vamos peque debe haber otra forma además…- sus brazos me rodearon y ese vaivén que tenía me iba tranquilizando -…sólo debes de mantener la calma y de tanto cansancio…- sentí sus labios sobre mi frente –Y te quedaste dormida…-


-¿Qué hora es?-

-Casi las tres de la tarde, has dormido casi seis horas pequeña, y aún así creo que todavía pareces zombie- sonrió y yo sólo pude torcer un poco los labios en un intento de sonrisa.

-Demasiado tiempo y hay demasiado trabajo en la oficina, no debería de darme el lujo de descansar- me levanté mientras buscaba mi bolso para cepillarme el cabello.

-Habló Becky, le dije la situación y aunque sus palabras sonaron bastante alteradas- se rió como si nada le importara –Aceptó y dijo que te dejara descansar- se acercó a mí de nuevo mientras me maquillaba –No creo que se hubiera enojado porque estuvieras descansando sino porque tú y yo estábamos solos- me guiñó el ojo y sonreí negando con la cabeza.

-¿Cuándo le harás caso Alexander? Sabes que siempre te ha querido y a ti no te es indiferente, ambos son muy amigos míos y los conozco-

-No empecemos, ella y yo sólo amigos, es mejor Ta y lo sabes, no me gusta compartir y ella no sé… tú la conoces-

En eso él tenía razón, Becky era demasiado coqueta y él demasiado cariñoso, ella era atosigable demasiado fácil y él era muy atento, según palabras de la propia Rebeca, era demasiado “chapado a la antigua”.

-Te invito a comer- le empuje un poco mientras salíamos de su consultorio.

-Tú invitas yo pago, no importa que sea una regla de etiqueta que ya esté pasando de moda, sabes que la caballerosidad va de la mano conmigo-

-Nunca me quejé- me reí al parecer ese pequeño sueño tranquilo había servido demasiado, ¡que reconfortante!



-Rebeca, Rebeca, Rebeca, ¡RE-BE-CA!- ¿dónde demonios se metía?

-Ya, además ya sé que todo el día estuviste con él-

-No es eso, bueno además de eso, quería ver si me prestas tu auto mañana para ir a ver a un…- no terminé –Prometo que después de mañana trabajaré horas extras por las que me he tomado libres en estos dos días-

-¿Para ir a ver a un…?-

-Amigo- sonreí y la pluma se cayó de mis dedos.

-No te lo presto sino me dices a quien vas a ir a ver- levantó la pluma y me la extendió mientras le mostraba mi lengua y la tomaba de sus dedos.

-Un psicólogo, Alex me lo recomendó, dijo que los somníferos no pero que quizá con el Doctor Thompson quizá podría sacar todo lo que tengo y sabría porque no puedo conciliar el sueño- me aventó las llaves, literalmente y me sobé la mano por que me había lastimado.

-Si es para eso ve y tómate el día completo, de nuevo traeré a tus colaboradores como deberían de estar todos los días… trabajando- puso una mano en su cintura como cualquier mujer con poder.



“Doctor Lucas Thompson” vaya que el nombre esperaba no afectara la psique de aquél médico, del cual me habían dicho era una eminencia, toqué un poco tímida el vidrio de la pequeña puerta que tenía delante de mí en donde se dibujaban las letras formando su nombre –Adelante- giré el pomo y entré.

-Buenas tardes me manda el…-

-Hayes, sí, ya me ha dicho- estiró la mano señalando un sillón delante de él, era una sala común y corriente con poca iluminación y acogedora, una alfombra que cubría toda la estancia y el olor a sándalo por todo el lugar –No muerdo- la sonrisa que tenía no me gustaba pero según Alex era el mejor en lo que hacía.

-Sólo miraba- una pared tapizada de reconocimientos, dos lámparas, tres sillones, dos esquineros, una mesa de centro de cristal, cuatro o cinco plantas y nada que indicara que tuviera familia, aunque no se veía grande tampoco era un jovencito, tendría que averiguar como era que Alexander sabía sobre él.

-Empecemos no tengo todo el día ¿qué te ocurre?- se reclinó sobre su lugar que hizo un ruido a causa de la fricción de su cuerpo con la piel del sofá mientras cruzaba la pierna recargando su tobillo derecho sobre su rodilla izquierda dejando una libreta sobre su pierna y la pluma tamborileando entre sus dedos.

-Ah lo siento- me senté con la bolsa entre mis manos sólo al filo del asiento y viendo un punto fijo en la alfombra –Hace aproximadamente tres semanas que tengo insomnio, no he podido dormir, es como si algo me mantuviera despierta, estoy sumamente cansada pero al cerrar los ojos imágenes recurrentes vienen a mí y todas esas imágenes me aterran, es un sueño…- volteé a verlo y tenía los ojos cerrados mientras la pluma seguía jugueteando en sus dedos ¿me estaría poniendo atención?

-¿Y?-

“¿Y?” no entendía, ¿qué más quería? –Y pues empiezo a correr… en mi sueño, claro, es como si fuera un edificio no acaban nunca las escaleras, ni las puertas pero ninguna me lleva a la salida… al final…- Lucas cabeceó ¿estaba dormido? -¿Me está poniendo atención?- el tono de mi voz ya no era amable, me había exasperado, no anotaba, no me veía y además ¡cabeceaba! Vaya que profesional y amable era él.

-Señorita Willson, ¿quiere proseguir con su narración o seguirá haciendo berrinches de mujer inmadura?- me veía con esos ojos grises de una manera que parecía que lo había interrumpido en una gran idea y por mis palabras se hubiera cortado y ahora de nada sirviera.

-Hay una puerta de cristal abierta de par en par muy iluminada es como si me llamara, pero todo está blanco, las paredes, el piso, los escalones ¡incluso mi ropa!- ahora tarareaba, ¿era su manera de dar terapia o sólo trataba de imponer presión a mi narración? –Entro a la habitación pero sé que debo salir de ahí cuanto antes, que ni siquiera debería entrar pero algo me empuja es como si se pelearan dos fuerzas una que me dice que entre y otra que corra lo más que pueda y lo más lejos de ahí…- lo que me faltaba mi celular abrí la bolsa rápidamente pero no lo encontraba estaba sumamente nerviosa.

-¡Así yo no puedo dar una consulta!- el tono exasperado de su voz me hizo voltear a verlo con una cara de asombro pero si él no me ponía atención ¡e incluso cantaba! Vaya que tipo más extraño.

-Lo lamento, ya lo apago-

-No, regresa mañana, la sesión terminó y encárgate de que cuando estés en otros asuntos no te molesten-

Asombrada, atónita e indignada eran las palabras que me iban acompañando mientras salía de aquél consultorio después de haber pagado casi cien dólares por menos de veinte minutos.

Mientras conducía todavía me preguntaba como era posible que siempre que les iba a decir la parte final de ese sueño tan espantoso pasara algo que me interrumpiera y nadie se enterara de lo que a mí me ocurría.

Saqué la mano por la ventanilla del automóvil mientras el chico que vendía los diarios se acercaba -¿Hubo muertas el día de hoy o ayer?- saqué el dinero y tomé el diario –Sí señorita, una… no dejan de haber- encogió los hombros y siguió con lo que él hacía, al parecer a todos les llamaba la atención lo que ocurría pero no al grado de interesarse, la única persona que se tomaba el tiempo en esos asesinatos era el propio asesino.



Una ducha reconfortante después de un fatal día eso era algo de lo que hace mucho no podía disfrutar y aunque esta vez fue un poco más agradable aún así parecía que traía una lápida en los hombros.

-Trabajo en casa- hablaba sola, no tenía a nadie en casa que me pudiera contestar pero era una especie de encuentro conmigo misma para no sentirme tan sola, aunque la soledad nunca me había dado miedo hasta esa pequeña cadena de sueños.

Saqué la laptop mientras me acomodaba en mi cama con un montón de papeles regados a mi lado, siempre me habían criticado que tuviera una cama matrimonial, parecía que mi marido era el trabajo.

La noche iba pasando demasiado lenta y entre los papeles salió de nuevo ese diario, un impulso me hizo hojearlo hasta que encontré la página que buscaba leí la descripción del asesinato en donde sólo venía la foto de aquella mujer, una foto donde estaría seguramente en el colegio.

“De nuevo aparece otro cuerpo perfectamente diseccionado en trece, nuevamente ninguna huella pero cada vez son más jóvenes o quizá dejan de tener cosas en común, las cuatro mujeres anteriores rondaban la edad de veinticinco o treinta años y esta chica apenas si alcanzaba los dieciocho, ninguna conexión entre ellas”

Ni siquiera era capaz de decir si había sido sangriento pues no decía nada además de las disecciones, mujeres… seguí leyendo mientras intentaba ver algo que realmente interesara… cuando sonó el timbre de mi casa.

-¡Van!- me levanté mientras dejaba todo sobre la cama y me acomodaba las patuflas.

-Que amable eres de avisarme como te fue con el doctor- antes de que pudiera decir algo Becky ya estaba dentro de la cocina buscando el refrigerador algo que comer.

-Lo siento, me vine directo a casa Thompson me ha puesto de mal humor y quería despejarme un poco…- entré a la cocina –Ahí…- señalé la segunda alacena superior mientras ella tenía en las manos un platón hondo y un bote de leche, sacó el cereal y empezó a servirse –No quiero… gracias- se rió y yo también.

Becky sabía que estaba en su casa y a mí la verdad no me importaba, se sentó en uno de los bancos que había en la barra de la cocina y yo me recargué a un lado sobre uno de mis codos, sabía que vendría una nueva discusión.

-Ya sé que no me dirás nada sobre esos homicidios, pero Beck… cada vez son más chicas, la de esta semana ¡sólo tenía unos cuantos día de haber cumplido dieciocho!- me vió y torció los ojos poniéndolos en blanco –Sé lo que piensas pero uno debe estar informado-

-No discutiré más contigo pero no nos pasará nada a nosotras, te lo aseguro- siguió comiendo su cereal y yo regresé al cuarto a guardar todas las cosas.

-Quisiera pensar igual que tú Beck, pero no puedo y quisiera estar segura, más segura, incluso con este nuevo contrato podríamos contratar seguridad personal, al menos para ti y para mí y para alguna otra chica y en general para el edificio-

-Paranoia, no todo lo que pase afuera te pasará a ti, además tanto te cuidas de afuera que quizá las cosas no están ahí- su manera de hablar era tan tranquila que de no haber sido por mis sueños me hubiera quedado en paz y creyéndole.

-Nunca está de más ser precavida y aprecio bastante mi vida, no puedo morir sin haber amado- me reí para que las cosas dejaran de estar tan tensas y ella se acomodó en la cama únicamente quitándose los zapatos -¿Noche de películas?-

-Por supuesto hace mucho que no tenemos una- tenía razón, a lo mejor esto también serviría de distracción.

-Ninguna de terror-

-¡Miedosa!-

-No es verdad- le aventé una almohada mientras corría fuera del cuarto para ir por palomitas, aunque la realidad era que ya no quería más pesadillas por el momento.

miércoles, 21 de julio de 2010

Enfermedad Nocturna

Capítulo 1. <Éxito e insomnio.>

Acostumbrada a que todo saliera como yo quería en cualquier ocasión y principalmente en lo que a mí más me gustaba, mi profesión, esa empresa era lo que tenía más valor de todo lo que pudiera elegir, no sólo en lo económico, que a decir la verdad siempre nos iba excelente, también era todo el trabajo, tiempo y dedicación que le poníamos día con día para que se mantuviera en un nivel superior a los demás, salí de aquél edificio dejando a los empresarios que querían dejar su dinero en mi país.

Entré sin decir nada por la puerta principal, de Willkings, aquella empresa que con tal sólo escuchar su nombre me hacía sonreír orgullosa, todas las miradas iban sobre mí, no volteé a ver a nadie, mi expresión era fría, ningún gesto se asomaba y mucho menos uno de felicidad, llegué hasta el piso donde estaba Becky Strauss, esperando tan ansiosa como todos, abrí su puerta de un golpe seco y me senté totalmente agotada en su silla acojinada, forrada con suave piel color beige, su expresión lo decía todo, seguía expectante mientras la mía no decía nada, ni siquiera la derrota.

-Lo siento- fue todo lo que pude decir mientras vaciaba mi portafolios sobre su escritorio, un folder tras otro, los papeles se empezaban a desparramar hasta que me tomó las manos, la volteé a ver y solté mis manos para seguir en mi trabajo.

-¡Basta Tara!- dio un golpe fuerte sobre el escritorio y yo me eché a reír.

-Mira Becky si no me dejas terminar el nuevo proyecto de suburbios no quedará para cuando quedé con los empresarios y no pienso que una vez conseguido el triunfo me hagas quedar mal… ¿entendiste?- me levanté de un salto de su silla con un folder azul en la mano mientras dos o tres hojas se caían –Firmaron Becky, ¡Firmaron! Se la quitamos a Roger de las manos- aventé el folder de emoción mientras corría hacia la puerta y gritaba a todo pulmón una vez abierta –Pónganse a trabajar que tenemos unos suburbios por terminar- sonreí con suficiencia mientras se empezaba a notar que todos habían entendido que hacer y pondrían manos a la obra, giré y Becky tenía los brazos cruzados –Oh vamos Becky, es trabajo, es una guerra estrictamente profesional- sonreí inocentemente mientras levantaba ligeramente mis hombros.

-Sabes que no es verdad, tú quieres hacer todo por que Roger pierda hasta lo que no tiene Tara y no… ¡no lo estoy defendiendo!- movió su índice en mi dirección pues era de las pocas personas que realmente me conocía, mientras su dedo amenazante se iba acercando a mí también lo iba haciendo ella hasta que me abrazó –Esto significa un gran paso para esta empresa, siempre lo has logrado, sea cual sea el motivo que vaya detrás de es triunfo- me estrujó y yo me reí.

-Tú siempre has amado a Roger- reí aún más pues eso era improbable, pero me encantaba hacerla rabiar, nos soltamos del abrazo y la vi –Anda no lo niegues, aunque te diré nuevamente y no me cansaré de repetir que es pésimo y no nada más en los negocios- le guiñé el ojo, ella sabía a que me refería pues Roger Lauper había sido mi novio hacía tan sólo dos años después de cuatro de un noviazgo que había pasado sin pena y gloria en mi casa aunque no así para los amigos, era su eterna queja, no haberle dado un lugar que nunca mereció y únicamente por eso siempre trataba de humillarme y entre más se empeñaba, más enlodado salía –Bueno ya no hablemos de perdedores y pongamos manos a la obra, te espero a la hora de la comida en mi auto para que vayamos a festejar al fin alguien canceló su reservación en el Palace- ella negó con la cabeza mientras salía tarareando de su oficina camino a la mía y todos levantaban sus pulgares cuando me veían pasar y yo hacía el mismo gesto con una sonrisa, pensaba que si seguíamos con ese ademán pronto quedarían nuestros dedos así para siempre.

Me dejé caer en mi silla mientras daba vueltas con la cabeza echada para atrás, sin dejar de sonreír, de tararear, incluso podría haber gritado en ese mismo instante pero sería una exageración, aunque todos los colaboradores aplaudirían e incluso se unirían a mí, detuve la silla viendo hacia la ventana, en este momento se me antojaba un trago, respirar, quedarme dormida como hace mucho no lo hacía, poder relajarme todo lo necesario para poder pensar que era lo que no estaba llegando a hacer click en mi vida…

-Felicidades Willson, pero será mejor que te apures no quiero tener que enfrentarme en un juicio contra los abogados de esos empresario millonarios newyorkinos- la voz de Brandon siempre era como balde de agua fría y todas las ensoñaciones que se podían hacer con todo un equipo a favor él se encargaba de derrumbarlo, no sabía si era el toque que tenía Douglas o era que todos los abogados servían para hacer que todo mundo regresara con los pies en la tierra y ellos se encargaban de que no sólo fueran los pies sino que terminaras, en ocasiones, bien enterrado.

-Basta Douglas nunca has tenido que hacer nada para salvar a esta empresa y menos por incumplimiento- de pronto toda esa paz que había podido sentir y todos esos deseos de concentrarme en mí habían desaparecido y sólo una mueca cruzaba por mi cara mientras colocaba los brazos encima del escritorio –Además si tuvieras que defender a WillKings no estarías haciendo nada más que tu trabajo- arqueé una ceja mientras mi mueca se iba haciendo más como una sonrisa burlona.

-Vaya cada vez eres más arrogante, Tara, que traigas clientes a esta empresa no quiere decir que tú lo seas… te recuerdo que sin nosotros, tú…- se recargó con ambas manos en el escritorio mientras acercaba sus pequeños ojos hacia mí –…No eres nada- habló con tal lentitud que estuve a punto de levantarme y despedirlo, sin embargo me detenía el saber que tenía contactos para hacer cosas turbias con la ley y derrumbar el trabajo de todos en un abrir y cerrar de ojos, no era partidaria de la corrupción y debía admitir que Brandon era bueno en su trabajo sin embargo el dinero para él siempre era lo que más importaba.

-Sabes que nunca he querido tomar todo el crédito de los triunfos de esta empresa Brandon, y aunque trates de intimidarme puedo decirte que en tus ojos no veo amenaza alguna, solamente depravación- hice la cara hacia atrás todo lo que la silla me permitía mientras él se enderezaba acomodándose el saco -Ahora… sino necesitas ninguna firma, ningún permiso o autorización puedes retirarte…- sonreí mientras de mala gana se iba alejando, ahora sí había amenaza en sus ojos pero Brandon era de los que con un par de piernas caía totalmente dispuesto e imaginaba cualquier cosa, incluso las impensables –Por cierto… gracias- le guiñé el ojo, mientras él con dos de sus dedos extendidos llevaba la mano hacia su frente haciendo un gesto y cerrando la puerta tras de sí.

Como todas mis intenciones de preocuparme por mí se habían ido me puse a trabajar sintiendo aún así toda esa opresión de que algo estaba mal, algo faltaba y no encontraba el qué, terminaría frustrada en algún momento, puse música para relajarme, escuchar el piano, uno de mis instrumentos favoritos, era algo que en verdad podía mantenerme en calma absoluta mientras mis dedos y mi mente trabajara al cien, siempre había un espacio en mi cuerpo que podía quedar en un punto de relajación y era algo que en verdad agradecía.

El día se iba agotando mientras los minutos transcurrían sin que nada cambiara, estaba absorta en todos los planos y presupuestos que se tenían que entregar para tener el trabajo a tiempo, era lo único que importaba.

-Claro a la hora de la comida en el Palace… ¿qué te ocurre Tara? Todos estuvimos esperándote y nunca llegaste- volteé a ver a Becky parada en la puerta, estaba realmente enfadada, ¿cómo se me pudo pasar? No tenía ninguna idea que decirle.

-No me dí cuenta…-

-Ya sé que nunca te das cuenta, siempre es igual Tara, siempre… por eso no tienes una vida social, porque para ti no hay nada más importante que el trabajo- cerró la puerta bastante molesta mientras el lápiz resbalaba por mis dedos, tomé mi cabeza con ambas manos mientras negaba con ella, de nuevo les había quedado mal.

Me quedé ahí un rato, no mucho, o al menos eso era lo que yo creía, un pie estaba descansando en el piso y el otro seguía recargado en el tubo que estaba alrededor del banco y mi mirada estaba perdida en la nada.

-Buenas noches Tara…- la puerta se iba a cerrar y se quedó a medias -¿estás bien?- una cabeza se asomó mientras una mano sujetaba el pomo.

-Sí Jason estoy perfecta, sólo que hacer planos es muy cansado…- intenté sonreír mientras componía mi postura en el banco -¿has dicho “noches”?- giré mi muñeca buscando el reloj en mi brazo mientras lo colocaba de la forma correcta para poder ver la hora <9:12> tensé mis dedos.

-Si, ya pasan de las nueve y ya no hay casi nadie aquí, incluso muchos no regresaron después del festejo…- se quedó mudo e inmóvil como si hubiera dicho algo que no debía.

-Claro el festejo… ¡ustedes festejen mientras yo trabajo!- me levanté del banco mientras caminaba hacia la puerta –Anda vete ya, yo sí tengo muchas cosas que hacer- le cerré la puerta en sus narices mientras le ponía el seguro, había cosas que me exaltaban de la nada.

Así como trabajaba, así mi vida se iba en ello, la única amiga que tenía, la única de verdad era Rebeca, Becky… y a todos siempre les quedaba mal, pero parecía que no entendían que el trabajo era lo único que lograba que mi mente no trabajara en un sentido distinto, me deslicé recargada en la puerta hasta tocar el piso y abracé con fuerza mis piernas recargando la mejilla en mis rodillas.

-No te duermas Tara- no quería dormir, no podía porque me venían todos esos sueños recurrentes con los cuales me despertaba llorando, sudando e incluso gritando, en todos siempre pasaba lo mismo, corría y corría y nunca terminaba el camino hasta que algo terminaba derrumbándome y después sangre… estaba muerta -¡No!- abrí los ojos y revisé toda mi oficina con la mirada sin poder levantarme del piso, eran sólo sueños y sin embargo me traían tanto pánico, el hecho de no decirlo no era porque no quisiera que terminaran sino porque siempre se sabía todo en este círculo en el que me relacionaba y que mis competidores supieran sería mi derrota, me creerían loca y podía ser todo menos eso, todo mundo soñaba ¿no? y todos los niños siempre tenían pesadillas también ¿verdad? No era a la única que le pasaba, muchos sueñan la misma cosa varias veces ¿no es así? Sola trataba de convencerme y me iba a la cama diciendo que era sólo eso, un sueño, pero una vez dormida, todo parecía tan real y tan vivo, excepto yo, que me era imposible conciliar un sueño tranquilo y pacífico.

La puerta sonó en diversas ocasiones hasta que capté de donde provenía aquél “toc toc” me había quedado en la oficina y estaba dormida, me habían despertado justo cuando había podido conciliar el sueño apenas cinco minutos, vaya suerte la mía –Adelante- me acomodé el cabello mientras caminaba hacia mi escritorio y pulsaba el botón del teléfono que me comunicaba directamente con Betty, mi secretaria –Necesito ropa… y un café- terminé la llamada, si es que eso era –No me digas nada, ahora no quiero regaños- Becky se encontraba parada justo en la puerta con aquél gesto de madre responsable que no supo nada de su hijo adolescente durante todo un día, sólo le faltaba un cinturón para que entonces la amenaza en sus ojos fuera completamente palpable –Vale, lo siento, el tiempo se pasó sin querer, pero si te sirve de algo no hice nada después de que me gritaras que se me olvidó el festejo- hasta ese momento caí en la cuenta de cuantas horas perdí -¡Dios! No hice nada, Becky perdón ahorita lo hago- ¿sería que me regañaba por no haber hecho nada? En este exacto momento no sabía porque me veía así.

-No importan los planos Ta, importa que te la vives en la oficina ¿hace cuánto no vas a tu apartamento? ¿hace cuánto no tienes una cita? ¿hace cuánto tu hermano no sabe nada de ti?- con cada una de sus preguntas sus brazos se movían más y más alto y yo intentaba recordar pero no lo lograba -¿hace cuánto no vamos de compras?- se acercó a mí tomándome por los hombros –Me preocupas, eres mi amiga y no me dices que te pasa, ahorita estás…- tomó un mechón de cabello entre sus dedos haciendo un gesto visible de reprobación y negando con la cabeza –Tu aspecto no es el mejor en este momento y tu ánimo tampoco, pero en verdad no me explico ¡como en diez o veinte minutos tú puedes salir brincando por esa puerta siendo la mujer más radiante de esta oficina!- sus manos se movían totalmente alteradas y sus ojos se abrían tanto que en verdad parecía preocupada.

-Vamos Rebeca el trabajo es extenuante y tú lo sabes- sujeté mi cabello en una coleta mientras Betty entraba por la puerta con una taza humeante de café.

-La señorita Willson no se encontrará en este edificio en las próximas tres horas, ¿entendiste?- el ademán que invitaba a Betty a salir de la oficina por parte de Rebeca era bastante claro.

-No le hagas caso-

-Claro que me hará caso y yo tampoco estaré-

-Perfecto señorita Kingston- la puerta se cerró detrás de mi secretaria.

-Tenemos que apurarnos- dije con bastante reproche y con un berrinche totalmente marcado.

-Somos las dueñas de esto y trabajamos más que el lavaloza, bueno trabajas, no dejas que hagan nada tus colaboradores Ta, por algo les pagas- me tomó del brazo y su mirada ya no era de enojo, sino ahora era de súplica –Vamos a tu apartamento para que tomes una ducha y te cambies de ropa, luego a desayunar- en sus palabras y mirada iba implícita la frase “por favor” y no me pude negar.

-Pero vamos a regresar…- tomé mi bolso y salí de la oficina mientras en el camino hasta el estacionamiento iba pensando en que quizá contarle a Becky aquél sueño haría que me desahogara y que pudiera por fin estar tranquila.

El portero del edificio se me quedó viendo como si hubiera visto a un muerto, no creía haber desaparecido tanto o ¿sí?

-Parece que no me conoce- torcí los labios mientras Becky sonreía.

-Al rato te pedirá identificación o te dirá que ya no tienes apartamento, no lo puedes descuidar de este modo…-

-Ya Becky, en verdad, no quiero regaños- la interrumpí, en verdad lo último que quería, era escuchar un regaño durante el tiempo que se supondría iba a relajarme y a tratar de retomar el ritmo de mi vida fuera de una oficina.

-No te salvarás, pero supongo habrá un momento mejor para poder limpiar contigo este edificio desde los estacionamientos hasta llegar al roof garden- se rió como si eso fuera una gracia y yo sólo pude imaginarme de nuevo en la morgue.

Recogí todo lo que había en el buzón mientras lo iba ojeando, lo aventé dejando caer todo en el piso del elevador y alejándome lo más posible de Becky arrinconándome a una esquina.

-¿Qué pasa?- se acuclilló levantando mi correspondencia y los diarios que había desparramado por todo el ascensor.

-¿Desde cuándo?- mi respiración era agitada y mi voz demasiado cortada.

-Desde cuando ¿qué?- Becky detuvo la puerta del elevador mientras salía de este y esperaba a que yo decidiera separarme de la esquina en donde me encontraba –Vamos Tara, ¿qué ocurre?- se oía su desesperación y preocupación en el tono de su voz.

-¿Desde cuándo han aparecido esas mujeres mutiladas?-

-Tara ¿cuánto tiempo tiene que no ves noticias?-

-¡No me cuestiones, Rebeca! Sólo dime desde cuando han aparecido esas mujeres- la tomé de los hombros viéndola a la cara y sacudiéndola con fuerza quedando casi pegadas a la puerta de mi apartamento.

-Quince días- su cara era de dolor y yo separaba mis uñas de sus hombros –Tiene quince días Tara-

-Lo lamento demasiado Becky, no quería lastimarte- le di mis llaves mientras yo trataba de recordar.

Entramos al apartamento y seguía intentando que todo llegara a mi memoria, pero no podía, no lo lograba ¿por qué? ¿por qué si cada noche recurría a mí el mismo sueño ahora no estaba en mi memoria?

-Beck… ¿me podrías contar como fue lo que pasó con las víctimas? Lo más detallado posible?- trataba de actuar normal mientras un dolor de cabeza me empezaba a martillear y ella me veía sin entender nada –Por favor- de ser posible me le hubiera hincado.