Enfermedad Nocturna

Algunos de los que me conocen saben que siempre me ha gustado todo lo relacionado con los asesinos seriales, no porque festeje lo que hacen sino porque me encanta su manera de pensar, espero que la creación de mi propio asesino serial no deje un mal sabor de boca, se aceptan toda clase de comentarios y propuestas y por supuesto se agradecen

miércoles, 21 de julio de 2010

Enfermedad Nocturna

Capítulo 1. <Éxito e insomnio.>

Acostumbrada a que todo saliera como yo quería en cualquier ocasión y principalmente en lo que a mí más me gustaba, mi profesión, esa empresa era lo que tenía más valor de todo lo que pudiera elegir, no sólo en lo económico, que a decir la verdad siempre nos iba excelente, también era todo el trabajo, tiempo y dedicación que le poníamos día con día para que se mantuviera en un nivel superior a los demás, salí de aquél edificio dejando a los empresarios que querían dejar su dinero en mi país.

Entré sin decir nada por la puerta principal, de Willkings, aquella empresa que con tal sólo escuchar su nombre me hacía sonreír orgullosa, todas las miradas iban sobre mí, no volteé a ver a nadie, mi expresión era fría, ningún gesto se asomaba y mucho menos uno de felicidad, llegué hasta el piso donde estaba Becky Strauss, esperando tan ansiosa como todos, abrí su puerta de un golpe seco y me senté totalmente agotada en su silla acojinada, forrada con suave piel color beige, su expresión lo decía todo, seguía expectante mientras la mía no decía nada, ni siquiera la derrota.

-Lo siento- fue todo lo que pude decir mientras vaciaba mi portafolios sobre su escritorio, un folder tras otro, los papeles se empezaban a desparramar hasta que me tomó las manos, la volteé a ver y solté mis manos para seguir en mi trabajo.

-¡Basta Tara!- dio un golpe fuerte sobre el escritorio y yo me eché a reír.

-Mira Becky si no me dejas terminar el nuevo proyecto de suburbios no quedará para cuando quedé con los empresarios y no pienso que una vez conseguido el triunfo me hagas quedar mal… ¿entendiste?- me levanté de un salto de su silla con un folder azul en la mano mientras dos o tres hojas se caían –Firmaron Becky, ¡Firmaron! Se la quitamos a Roger de las manos- aventé el folder de emoción mientras corría hacia la puerta y gritaba a todo pulmón una vez abierta –Pónganse a trabajar que tenemos unos suburbios por terminar- sonreí con suficiencia mientras se empezaba a notar que todos habían entendido que hacer y pondrían manos a la obra, giré y Becky tenía los brazos cruzados –Oh vamos Becky, es trabajo, es una guerra estrictamente profesional- sonreí inocentemente mientras levantaba ligeramente mis hombros.

-Sabes que no es verdad, tú quieres hacer todo por que Roger pierda hasta lo que no tiene Tara y no… ¡no lo estoy defendiendo!- movió su índice en mi dirección pues era de las pocas personas que realmente me conocía, mientras su dedo amenazante se iba acercando a mí también lo iba haciendo ella hasta que me abrazó –Esto significa un gran paso para esta empresa, siempre lo has logrado, sea cual sea el motivo que vaya detrás de es triunfo- me estrujó y yo me reí.

-Tú siempre has amado a Roger- reí aún más pues eso era improbable, pero me encantaba hacerla rabiar, nos soltamos del abrazo y la vi –Anda no lo niegues, aunque te diré nuevamente y no me cansaré de repetir que es pésimo y no nada más en los negocios- le guiñé el ojo, ella sabía a que me refería pues Roger Lauper había sido mi novio hacía tan sólo dos años después de cuatro de un noviazgo que había pasado sin pena y gloria en mi casa aunque no así para los amigos, era su eterna queja, no haberle dado un lugar que nunca mereció y únicamente por eso siempre trataba de humillarme y entre más se empeñaba, más enlodado salía –Bueno ya no hablemos de perdedores y pongamos manos a la obra, te espero a la hora de la comida en mi auto para que vayamos a festejar al fin alguien canceló su reservación en el Palace- ella negó con la cabeza mientras salía tarareando de su oficina camino a la mía y todos levantaban sus pulgares cuando me veían pasar y yo hacía el mismo gesto con una sonrisa, pensaba que si seguíamos con ese ademán pronto quedarían nuestros dedos así para siempre.

Me dejé caer en mi silla mientras daba vueltas con la cabeza echada para atrás, sin dejar de sonreír, de tararear, incluso podría haber gritado en ese mismo instante pero sería una exageración, aunque todos los colaboradores aplaudirían e incluso se unirían a mí, detuve la silla viendo hacia la ventana, en este momento se me antojaba un trago, respirar, quedarme dormida como hace mucho no lo hacía, poder relajarme todo lo necesario para poder pensar que era lo que no estaba llegando a hacer click en mi vida…

-Felicidades Willson, pero será mejor que te apures no quiero tener que enfrentarme en un juicio contra los abogados de esos empresario millonarios newyorkinos- la voz de Brandon siempre era como balde de agua fría y todas las ensoñaciones que se podían hacer con todo un equipo a favor él se encargaba de derrumbarlo, no sabía si era el toque que tenía Douglas o era que todos los abogados servían para hacer que todo mundo regresara con los pies en la tierra y ellos se encargaban de que no sólo fueran los pies sino que terminaras, en ocasiones, bien enterrado.

-Basta Douglas nunca has tenido que hacer nada para salvar a esta empresa y menos por incumplimiento- de pronto toda esa paz que había podido sentir y todos esos deseos de concentrarme en mí habían desaparecido y sólo una mueca cruzaba por mi cara mientras colocaba los brazos encima del escritorio –Además si tuvieras que defender a WillKings no estarías haciendo nada más que tu trabajo- arqueé una ceja mientras mi mueca se iba haciendo más como una sonrisa burlona.

-Vaya cada vez eres más arrogante, Tara, que traigas clientes a esta empresa no quiere decir que tú lo seas… te recuerdo que sin nosotros, tú…- se recargó con ambas manos en el escritorio mientras acercaba sus pequeños ojos hacia mí –…No eres nada- habló con tal lentitud que estuve a punto de levantarme y despedirlo, sin embargo me detenía el saber que tenía contactos para hacer cosas turbias con la ley y derrumbar el trabajo de todos en un abrir y cerrar de ojos, no era partidaria de la corrupción y debía admitir que Brandon era bueno en su trabajo sin embargo el dinero para él siempre era lo que más importaba.

-Sabes que nunca he querido tomar todo el crédito de los triunfos de esta empresa Brandon, y aunque trates de intimidarme puedo decirte que en tus ojos no veo amenaza alguna, solamente depravación- hice la cara hacia atrás todo lo que la silla me permitía mientras él se enderezaba acomodándose el saco -Ahora… sino necesitas ninguna firma, ningún permiso o autorización puedes retirarte…- sonreí mientras de mala gana se iba alejando, ahora sí había amenaza en sus ojos pero Brandon era de los que con un par de piernas caía totalmente dispuesto e imaginaba cualquier cosa, incluso las impensables –Por cierto… gracias- le guiñé el ojo, mientras él con dos de sus dedos extendidos llevaba la mano hacia su frente haciendo un gesto y cerrando la puerta tras de sí.

Como todas mis intenciones de preocuparme por mí se habían ido me puse a trabajar sintiendo aún así toda esa opresión de que algo estaba mal, algo faltaba y no encontraba el qué, terminaría frustrada en algún momento, puse música para relajarme, escuchar el piano, uno de mis instrumentos favoritos, era algo que en verdad podía mantenerme en calma absoluta mientras mis dedos y mi mente trabajara al cien, siempre había un espacio en mi cuerpo que podía quedar en un punto de relajación y era algo que en verdad agradecía.

El día se iba agotando mientras los minutos transcurrían sin que nada cambiara, estaba absorta en todos los planos y presupuestos que se tenían que entregar para tener el trabajo a tiempo, era lo único que importaba.

-Claro a la hora de la comida en el Palace… ¿qué te ocurre Tara? Todos estuvimos esperándote y nunca llegaste- volteé a ver a Becky parada en la puerta, estaba realmente enfadada, ¿cómo se me pudo pasar? No tenía ninguna idea que decirle.

-No me dí cuenta…-

-Ya sé que nunca te das cuenta, siempre es igual Tara, siempre… por eso no tienes una vida social, porque para ti no hay nada más importante que el trabajo- cerró la puerta bastante molesta mientras el lápiz resbalaba por mis dedos, tomé mi cabeza con ambas manos mientras negaba con ella, de nuevo les había quedado mal.

Me quedé ahí un rato, no mucho, o al menos eso era lo que yo creía, un pie estaba descansando en el piso y el otro seguía recargado en el tubo que estaba alrededor del banco y mi mirada estaba perdida en la nada.

-Buenas noches Tara…- la puerta se iba a cerrar y se quedó a medias -¿estás bien?- una cabeza se asomó mientras una mano sujetaba el pomo.

-Sí Jason estoy perfecta, sólo que hacer planos es muy cansado…- intenté sonreír mientras componía mi postura en el banco -¿has dicho “noches”?- giré mi muñeca buscando el reloj en mi brazo mientras lo colocaba de la forma correcta para poder ver la hora <9:12> tensé mis dedos.

-Si, ya pasan de las nueve y ya no hay casi nadie aquí, incluso muchos no regresaron después del festejo…- se quedó mudo e inmóvil como si hubiera dicho algo que no debía.

-Claro el festejo… ¡ustedes festejen mientras yo trabajo!- me levanté del banco mientras caminaba hacia la puerta –Anda vete ya, yo sí tengo muchas cosas que hacer- le cerré la puerta en sus narices mientras le ponía el seguro, había cosas que me exaltaban de la nada.

Así como trabajaba, así mi vida se iba en ello, la única amiga que tenía, la única de verdad era Rebeca, Becky… y a todos siempre les quedaba mal, pero parecía que no entendían que el trabajo era lo único que lograba que mi mente no trabajara en un sentido distinto, me deslicé recargada en la puerta hasta tocar el piso y abracé con fuerza mis piernas recargando la mejilla en mis rodillas.

-No te duermas Tara- no quería dormir, no podía porque me venían todos esos sueños recurrentes con los cuales me despertaba llorando, sudando e incluso gritando, en todos siempre pasaba lo mismo, corría y corría y nunca terminaba el camino hasta que algo terminaba derrumbándome y después sangre… estaba muerta -¡No!- abrí los ojos y revisé toda mi oficina con la mirada sin poder levantarme del piso, eran sólo sueños y sin embargo me traían tanto pánico, el hecho de no decirlo no era porque no quisiera que terminaran sino porque siempre se sabía todo en este círculo en el que me relacionaba y que mis competidores supieran sería mi derrota, me creerían loca y podía ser todo menos eso, todo mundo soñaba ¿no? y todos los niños siempre tenían pesadillas también ¿verdad? No era a la única que le pasaba, muchos sueñan la misma cosa varias veces ¿no es así? Sola trataba de convencerme y me iba a la cama diciendo que era sólo eso, un sueño, pero una vez dormida, todo parecía tan real y tan vivo, excepto yo, que me era imposible conciliar un sueño tranquilo y pacífico.

La puerta sonó en diversas ocasiones hasta que capté de donde provenía aquél “toc toc” me había quedado en la oficina y estaba dormida, me habían despertado justo cuando había podido conciliar el sueño apenas cinco minutos, vaya suerte la mía –Adelante- me acomodé el cabello mientras caminaba hacia mi escritorio y pulsaba el botón del teléfono que me comunicaba directamente con Betty, mi secretaria –Necesito ropa… y un café- terminé la llamada, si es que eso era –No me digas nada, ahora no quiero regaños- Becky se encontraba parada justo en la puerta con aquél gesto de madre responsable que no supo nada de su hijo adolescente durante todo un día, sólo le faltaba un cinturón para que entonces la amenaza en sus ojos fuera completamente palpable –Vale, lo siento, el tiempo se pasó sin querer, pero si te sirve de algo no hice nada después de que me gritaras que se me olvidó el festejo- hasta ese momento caí en la cuenta de cuantas horas perdí -¡Dios! No hice nada, Becky perdón ahorita lo hago- ¿sería que me regañaba por no haber hecho nada? En este exacto momento no sabía porque me veía así.

-No importan los planos Ta, importa que te la vives en la oficina ¿hace cuánto no vas a tu apartamento? ¿hace cuánto no tienes una cita? ¿hace cuánto tu hermano no sabe nada de ti?- con cada una de sus preguntas sus brazos se movían más y más alto y yo intentaba recordar pero no lo lograba -¿hace cuánto no vamos de compras?- se acercó a mí tomándome por los hombros –Me preocupas, eres mi amiga y no me dices que te pasa, ahorita estás…- tomó un mechón de cabello entre sus dedos haciendo un gesto visible de reprobación y negando con la cabeza –Tu aspecto no es el mejor en este momento y tu ánimo tampoco, pero en verdad no me explico ¡como en diez o veinte minutos tú puedes salir brincando por esa puerta siendo la mujer más radiante de esta oficina!- sus manos se movían totalmente alteradas y sus ojos se abrían tanto que en verdad parecía preocupada.

-Vamos Rebeca el trabajo es extenuante y tú lo sabes- sujeté mi cabello en una coleta mientras Betty entraba por la puerta con una taza humeante de café.

-La señorita Willson no se encontrará en este edificio en las próximas tres horas, ¿entendiste?- el ademán que invitaba a Betty a salir de la oficina por parte de Rebeca era bastante claro.

-No le hagas caso-

-Claro que me hará caso y yo tampoco estaré-

-Perfecto señorita Kingston- la puerta se cerró detrás de mi secretaria.

-Tenemos que apurarnos- dije con bastante reproche y con un berrinche totalmente marcado.

-Somos las dueñas de esto y trabajamos más que el lavaloza, bueno trabajas, no dejas que hagan nada tus colaboradores Ta, por algo les pagas- me tomó del brazo y su mirada ya no era de enojo, sino ahora era de súplica –Vamos a tu apartamento para que tomes una ducha y te cambies de ropa, luego a desayunar- en sus palabras y mirada iba implícita la frase “por favor” y no me pude negar.

-Pero vamos a regresar…- tomé mi bolso y salí de la oficina mientras en el camino hasta el estacionamiento iba pensando en que quizá contarle a Becky aquél sueño haría que me desahogara y que pudiera por fin estar tranquila.

El portero del edificio se me quedó viendo como si hubiera visto a un muerto, no creía haber desaparecido tanto o ¿sí?

-Parece que no me conoce- torcí los labios mientras Becky sonreía.

-Al rato te pedirá identificación o te dirá que ya no tienes apartamento, no lo puedes descuidar de este modo…-

-Ya Becky, en verdad, no quiero regaños- la interrumpí, en verdad lo último que quería, era escuchar un regaño durante el tiempo que se supondría iba a relajarme y a tratar de retomar el ritmo de mi vida fuera de una oficina.

-No te salvarás, pero supongo habrá un momento mejor para poder limpiar contigo este edificio desde los estacionamientos hasta llegar al roof garden- se rió como si eso fuera una gracia y yo sólo pude imaginarme de nuevo en la morgue.

Recogí todo lo que había en el buzón mientras lo iba ojeando, lo aventé dejando caer todo en el piso del elevador y alejándome lo más posible de Becky arrinconándome a una esquina.

-¿Qué pasa?- se acuclilló levantando mi correspondencia y los diarios que había desparramado por todo el ascensor.

-¿Desde cuándo?- mi respiración era agitada y mi voz demasiado cortada.

-Desde cuando ¿qué?- Becky detuvo la puerta del elevador mientras salía de este y esperaba a que yo decidiera separarme de la esquina en donde me encontraba –Vamos Tara, ¿qué ocurre?- se oía su desesperación y preocupación en el tono de su voz.

-¿Desde cuándo han aparecido esas mujeres mutiladas?-

-Tara ¿cuánto tiempo tiene que no ves noticias?-

-¡No me cuestiones, Rebeca! Sólo dime desde cuando han aparecido esas mujeres- la tomé de los hombros viéndola a la cara y sacudiéndola con fuerza quedando casi pegadas a la puerta de mi apartamento.

-Quince días- su cara era de dolor y yo separaba mis uñas de sus hombros –Tiene quince días Tara-

-Lo lamento demasiado Becky, no quería lastimarte- le di mis llaves mientras yo trataba de recordar.

Entramos al apartamento y seguía intentando que todo llegara a mi memoria, pero no podía, no lo lograba ¿por qué? ¿por qué si cada noche recurría a mí el mismo sueño ahora no estaba en mi memoria?

-Beck… ¿me podrías contar como fue lo que pasó con las víctimas? Lo más detallado posible?- trataba de actuar normal mientras un dolor de cabeza me empezaba a martillear y ella me veía sin entender nada –Por favor- de ser posible me le hubiera hincado.

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